HABÍA UNA VEZ
Publicado en: Ciudad Doral Newspaper
Se
decía y era algo casi común el comentario sobre la austeridad y prudencia económica
de Sócrates, quien también se ufanaba de ello, por cuanto un pensador de ese
inmenso calibre definitivamente siempre está en otra jugada de pensamiento,
algo sublime y creo que fuera de este mundo. Pues bien, todo lo predicho dejaba
de tener vigencia cuando le contrataban y a mí me parece muy bien, por cuanto
la educación debe tener un costo y si a Usted le parece caro, tiene la libérrima
oportunidad de intentar con la ignorancia.
Visitaba
los mercados y se le podía escuchar: “cuantas cosas hay aquí que no necesito”
En
cierta ocasión un rico comerciante fue a visitar al filósofo para encargarle de
la educación de su hijo. Pero cuando Sócrates le informó de cuanto eran sus
honorarios profesionales, el comerciante se quedó estupefacto del susto y tan
solo atinó lo siguiente: “por esa cantidad de dinero podría comprarme un buen
burro” y Sócrates le respondió: “me parece muy bien y de esa manera podrá tener
Usted dos burros en casa” Obviamente y como es de esperarse, el comerciante
terminó pagando los honorarios que costaba la educación del burro de su hijo.
Creo
que los burros son los animales silvestres, (junto con las ratas), que más
podemos conseguir en la fauna de la sociedad actual. Se dice que actualmente en
New York existen más ratas que personas. Yo podría asegurar que no es así. En ningún
país como Venezuela hay en estos momentos tantas ratas y tantos burros, creo
que no alcanzarían los leones de los zoológicos para poder mermar a los burros
y mantenerlos a raya como manda la naturaleza. Los burros se han reproducido groseramente
por Latinoamérica, tanto como las ratas y creo que algo está fallando en la
naturaleza.
Hay
burros que se han adaptado perfectamente a la sociedad y huyen despavoridos de
la justicia que les obliga a guardar las formas, a tener las orejas largas como
cualquier burro, a rebuznar para informar a la comunidad que él es un verdadero
burro, pero con frecuencia inaudita podemos observar que salen del closet de
los burros transformados en ratas. Unas grandes y gordas ratas, como tales
roedores, que se sienten bien en las alcantarillas de la sociedad donde pueden
cometer sus fechorías y sus trampas.
A
partir de ahora si Usted no es inteligente y de paso no posee buen humor, deje
de leer, por favor, se lo ruego, ¡no lea
más!
Si
ha decidido correr el riesgo de seguir leyendo, pues abra la mente porque todo
este cuento que voy a desarrollar, Usted amigo lector de Ciudad Doral Newspaper
y no de otro periódico, sino lo sabe lo intuye, lo huele, lo respira y hasta lo
vive.
Temístocles,
el vencedor de Salamina, cuya integridad jamás se puso en duda, era buen amigo
del poeta Simónides de Ceos, que fue uno de los más excelsos de la Grecia clásica
y se recuerda cierta ocasión en que este fue a ver a su poderoso amigo para
pedirle un favor que rozaba, que lindaba, que vecindaba con la ilegalidad. Un
favor que oscurecía, uno que era propio de la bajeza humana, de la corrupción
que ahora campea. Como es de suponer el gran Temístocles, se negó rotundamente
a aceptar la propuesta turbia de Simónides y como este no lo entendía, como
este no podía comprender que a un hombre no le flaquearan las piernas ante una
propuesta atractiva, aunque fuera de la corrupción, Temístocles con suma
paciencia le dio una explicación: “¿Qué me responderías tu si yo te pidiera que
desafinaras en el canto?”
Ahora
mismo hay cantos desafinados, que se aprendieron con eficiencia en el reggaetón
de Venezuela y se han traído a estas tierras. Cantantes que saben bien tocar la
música desafinada que propuso Temístocles a Simónides y resulta amigo lector
que para ser cantante se requieren al menos las siguientes características:
tener la voz correcta, poseer los derechos de las canciones que se cantan y por
supuesto tener el medio de comunicación donde haremos nuestro show.
Como
el espacio es corto y Usted es inteligente, si el cantante posee muchos medios,
lo escucharan más y tan duro que la desafinación no se tomará en cuenta, pero
eso solo dura un tiempo hasta que el Gobierno de Temístocles se canse y lo
investigue, tome acciones legales contra el cantante chusco y le quite el
permiso de seguir cantando en Grecia. No le dejará escribir en el periódico que
se ganó en la propuesta oscura, en la triquiñuela griega, ni tampoco le
permitirá disfrutar de los dineros ganados en el saqueo a Salamina y que como
es lógico deberá rendir cuentas al fisco sobre los orígenes de esas monedas
antiguas, porque el saqueo siempre ha estado prohibido.
Simónides
quiso tener un emporio, quiso ser el más famoso y hasta admirado y creo que lo
logró, poseyó junto a su talento ingentes cantidades de dinero, pero su
conducta opacó la brillantez de su prosa.
Solón
quien no era ni filosofo ni poeta, tan solo era un legislador y era de Atenas
en el siglo VI a de C. elaboró una importante constitución para su ciudad que
fue respetada durante generaciones y en alguna oportunidad, con respecto a la
importante visita del noble escita Anacarsis a la polis Ateniense, se le
pregunto su opinión sobre la constitución y este respondió de la siguiente
manera: “las leyes y la tela de araña se parecen mucho, por cuanto en su trama
pueden quedar atrapadas las moscas y otros insectos insignificantes; pero una alimaña
rompe con facilidad las redes”
De
manera que podemos tener un emporio, construido con el sudor de la frente de
otros, (creo que eso es lo más inteligente). En ese emporio podemos anexar múltiples
negocios que nos permitan seguir creciendo al mejor estilo de Guyiber y pensar
que los liliputienses nunca nos harán daño, jamás serán tan valientes como para
meterse con el gigante y resulta que la ley en Estados Unidos, esa tela de araña,
está hecha de poliuretano, con otros materiales de suma resistencia y durabilidad,
tal vez como el titanio y ni siquiera un Presidente como el fallecido Richard
Nixon pudo romper la tela en la que se entrampó producto de la avaricia y de
ese poder que siempre será efímero.
Me
gusta la palabra emporio, posee múltiples connotaciones castellanas, tiene
muchas sinonimias, interpretaciones, acomodaciones y ese tipo de palabra es
provechosa para muchos tipos de actuaciones.
De
alguna manera, parecida a la de Simónides, tal vez con algunos tragos encima
podríamos confundir emporio con imperio. No se parecen a menos que usted ponga
y funde su emporio en el imperio.
Un
emporio viene del latín y significa en su acepción más elemental, mercado. También
es un lugar donde concurren para hacer negocios personas de distintos lugares y
el que más me gusta a mí: “lugar destacado por su riqueza material o por sus
actividades culturales”
Un
imperio es otra cosa: “es un conjunto importante de territorios que dependen de
un mismo gobierno” de manera que es totalmente factible tener un emporio en el
imperio, poseer varios cantantes, varios shows, buenos escribanos que
desarrollen la poesía y la lírica más conveniente al Emperador del Imperio que
posee un Emporio. Por aquello que escribió el brillante dramaturgo irlandés
George Bernard Shaw: “El dinero no es nada, pero mucho dinero, eso ya es otra
cosa”
Venezuela
se ha convertido en una selva, los venezolanos en una suerte de sobrevivientes
de los ataques de los burros salvajes y de las ratas con mal de rabia y por
ello Robert Wagner, político norteamericano pero con nombre de actor escribió: “Los
impuestos son el precio de la civilización. En la selva no existen”
Seguiremos
vigilando, mientras la ley del imperio actúa despacio e implacablemente. Simónides
no dejará de ser corrupto, pero tampoco tiene donde guardar su dinero y todo
aquel que mercadee en el emporio está sujeto a las reglas del imperio.
¡Había
una vez!
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