UN ETERNO
SEGUNDO
De
un tiempo para acá, aquí en el exilio, cuyo color no siempre fue dorado, me he
hecho un experto en conseguir momentos que te hacen perder el aliento. Creo que
siempre estamos acompañados de esos momentos, todos pasan en un eterno segundo,
donde las manecillas del reloj se detienen.
Fíjense
que interesante, todos llevamos un reloj o algún teléfono que nos indique la
hora. En la parte baja derecha de la pantalla de mi computador y por supuesto
del tuyo, tanto en la oficina como en casa está la indicación de la hora y la
frase que con mayor frecuencia escucho es que ¡no tengo tiempo! Y no puedo
menos que preguntarme: ¿y para que mides el tiempo con el reloj, si no lo
tienes?
Con
un clavo caliente, incrustaron en mi cerebro límbico la exactitud en el
cumplimiento del trabajo, de los compromisos, de las citas inclusive las amorosas, pues bien,
sigo siendo así, pero ahora dejo tiempo entre una y otra cita, para detenerme,
pensar, leer, meditar por minutos, tal vez por segundos, pero al fin meditar. Donde
jamás pongo tiempo es en la oración; con frecuencia la convierto también en una
meditación con un proceso neurolingüístico positivo, trascendental, donde mi
frecuencia cardiaca la puedo sentir bajando hasta desaparecer.
Todo
siempre pasa en un eterno segundo. Las tragedias estan llenas de eternos
segundos, las felicidades también y trata de recordar, es siempre como una fotografía
mas no como un video.
Cuando
viste a tu Madre en el aeropuerto después de cinco años, esa cara, esa expresión.
Cuando tu hijo apretó tu dedo por primera vez. Cuando recibiste la llamada por
la muerte de ese ser querido en la madrugada o cuando llegó aquel jugoso cheque
de manera repentina. Son fotografías iguales a las que te está tomando el
universo permanentemente.
Ya
aproximando a tierra americana, estaba amaneciendo a unas cincuenta millas de
la costa de Fortaleza en el estado brasilero de Ceará. El timón de cana estaba
afirmado con esa envergadura llena de ligas casada a los coqueteos de la vela
mayor, cabos y cáncamos que se portaron bien toda la noche, que al levantarme
verifiqué que había navegado a unos cinco nudos en promedio, con esa brisa
amable, pero de repente, en el interno del velero, escuche una suerte de explosión
terrible por la amura de estribor y en un eterno segundo el velero se volteó,
el mástil estaba vertical contra el planeta y mi quilla veía el cielo nublado.
Pueden imaginar el inmenso desorden a bordo. La ropa no pendía del tubo del pequeño
closet, la comida desparramada por doquier, mi cama en el techo y yo tirado
agarrado a la vez de la mesa de ploteo. Todo pasó sin dudas, en un eterno
segundo, porque el tiempo se detuvo y sentí una inmensa paz, ya había pensado
en esto, había sucedido en mi mente, tenía la fotografía que mi cerebro había imaginado.
Pasado
el segundo eterno, mi barco comenzó a enderezar y el desorden fue mayor y le
grité a la mar desafiante y altanero.
Estas
son palabras más, palabras menos del Capitán Vito Dumas, porque en la vida,
queridos lectores, las cosas buenas y malas siempre pasan en un eterno segundo.
Vito Dumás vino para quedarse estibado en tu alma marinera. Se arranchó a tu bordo y te inspira. Qué buen compañero para tu singladura vital. !
ReplyDelete