LA VIDA DE LOS DEMÁS
Una
icónica película que me hizo realmente meditar sobre el comunismo y sus
falencias, sobre el rastrero método de torturar sin golpes ni sangre de manera
aparente, de nombre “LA VIDA DE LOS OTROS”, llevada a cabo en la Alemania
Oriental antes por supuesto de la caída del muro de Berlín y desarrollaba las peripecias,
entre otras, de la vida de un escritor, cuya máquina de escribir estaba
catalogada con toda razón, como un muy peligroso instrumento contrarrevolucionario,
pero lo que realmente era un arma letal no estaba en el instrumento sino en la
mente activa del prenombrado escritor, quien dejaba pasar secretamente sus
artículos ponzoñosos hacia la Alemania Democrática y libre.
Ayer
jugué al golf, con un muy querido colega, la verdad no es esa, destrocé el
golf, nunca había jugado tan mal, pero ya hemos escrito acerca de eso, por
cuanto el peor día de golf siempre será mejor al mejor día en la oficina.
Al
hidratarnos en el bar con un Arnold Palmer helado, mi amigo me refirió a otro
en Argentina, cuyo inmenso yate se llama “Humildad Cero” y de alguna manera los
escritores poseemos poca humildad, pero mucha sencillez; conceptos poco
entendidos por la sutil frontera que los separa, pero procedo a explicar con
sencillez mas no con humildad.
No
se puede ser humilde para escribir, porque iría esto contra la firme intención de
que nos lea la mayor cantidad de personas posibles, iría contra la intención de
crear polémica y matriz de opinión, puntos de encuentro o desencuentros,
adversarios o aliados, por ello la sólida personalidad de quien se encuentra ya
no frente a la máquina de escribir sino frente a su moderno laptop, no es
compatible con la humildad, más si con la sencillez.
Hablemos
de sencillez, porque para una gran mayoría sonaría chocante el hecho de jugar
al golf, cuando otros pasan mucho trabajo, pero con suma sencillez lo lamento,
pero ¡ese no es mi problema! Lo sería si yo dejara de hacer desde la humildad
lo que más me gusta para complacer a la envidia de la humanidad, que de paso no
siempre es humilde, error, nunca es humilde, más, si envidiosa, de manera que
nos encontramos en una disyuntiva interesante si hemos logrado ver la
diferencia entre tan cercanos conceptos y líneas de conducta.
Este
señor argentino siempre saluda con la mano derecha como símbolo de victoria con
los dedos índices y medio, pero parece esto un gesto de humildad, de paz y
amor, pero sus amigos saben que significa lo siguiente: “el dedo índice: como
viven los demás y el medio y más grande: como vivimos nosotros” interesante símbolo
para quien entiende que nuestro destino depende tan solo de una persona: Usted,
y por ello desde la humildad se pide al Gobierno una casita solidaria, un
televisorcito, una camita, una neverita y el pobre pueblo humilde de la
Venezuela hambreada, no entiende que ellos son los demás, mientras que la cúpula
emergente son los nosotros que no solo no entienden de humildad, sino tampoco
de sencillez.
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