LA VÍA LACTEA
A
Carmen le tocó buscarme para llevarme al canal donde sacaríamos los trapos
rojos de los venezolanos saqueadores de Petróleos de Venezuela. Su inmensa pero
moderna camioneta, parece más bien su casa. En ella pasa al menos ocho horas al
día, buscando y llevando a individuos como yo, recupera cheques de publicidad y
extrañamente aún tiene buen humor.
Nos
sobrepasa un abusador que casi nos choca y no pude menos que asegurar junto a
una maldición, que el infractor agresivo seguramente es “de Caracas “y ella
agregó, pero de padres cubanos y la carcajada no se hizo esperar.
El
caso del amor posee un cariz sublime, placentero, lleno de paz y sobre todo con
visión de futuro, de almas unidas en el sentimiento que ha movido la humanidad
y que es más fuerte que la energía nuclear y puede y a mi juicio debe tener sexo.
Íbamos
Carmen y yo por Okeechobee Road y me percato de la inmensa cantidad de moteles
de todo tipo diseñados especialmente para ese clandestino intercambio de
fluidos sin amor. Puertas extrañas donde de manera automática su vehículo queda
a buen resguardo de los mirones. Taquillas que son una suerte de drive thru
donde el dispensador de la habitación está un poco más alto que la ventana del
conductor a manera de no ver a la pecadora acompañante y contamos once
diferentes moteles, de todo tipo, colores y seguramente precios y comodidades.
En
maquillaje estaban ellas, mis amigas a quienes les conté lo de los once moteles
y todas infirieron que los recorrí uno por uno en compañía de Carmen, quien es
una respetable señora mayor que yo, ¡que
es mucho decir! Pero a esta altura de la vida me da lo mismo lo que piense
cualquier persona, inclusive Usted amigo/a lector.
El
recorrido fue divertido, contar moteles jamás había sido una de mis diversiones,
pero al final junto a mi amiga Carmen llegamos a la conclusión de que el
Alcalde de Miami Dade debería cambiar el nombre de la pecadora calle Okeechobee
por la de la “VIA LACTEA”
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