EXULTANTE,
DONA LIGIA
Es
un punto inapelable, que en cada actividad de corte social en casa, donde las
víctimas de mis platillos asisten estoicos y felicitan con cierta hipocresía lo
que ingieren, se licoran por supuesto antes de la ingesta a manera de perder
todo juicio y mi amigo Saúl un melómano empedernido, ajustado a la tecnología,
rodeado y asistido siempre por múltiples devices (aparatos), lo mismo saca un extraño
teléfono, lo conecta a una minúscula cosa y descubrimos que es una potente
corneta en estéreo que no sabemos de dónde sale la música donde pareciera estar
presente lo mismo Felipe Pírela, que
Tito Rodríguez, Cheo Feliciano con un bolero inédito que Héctor Lavoe y todo
esto acompañado por un comentario exclusivo de Saúl, quien ha forjado esa
capacidad de ilustrar el momento, la circunstancia, el acompañamiento, los
detalles más nimios del sitio en aquellos cincuenta o sesenta, donde
evidentemente él no estaba, pero su cultura musical da para eso y más y por
supuesto es un deleite, no solo escuchar la música, sino el cuento detrás de
ella .
Persuadido
como está de mi océano de ignorancia en el tema, estuvimos en su casa, despidiéndolo
como si fuera a una de esas salidas de las tropas a Afganistán por seis meses.
Le he prometido alquilar un helicóptero para observar a Miami sin él y es que
espero de corazón que en su viaje por el viejo continente no pueda leer este
artículo vergonzoso. Debe encontrarse en alguna playa de Portugal, tal vez
comiendo mariscos en Madrid, ¿yo que se? Y me ha prestado un libro que me resulta
encantador “Mosaico de la música Caribeña” de Eleazar López contreras Jr. Y que me
ilustra y me narcotiza imaginando al Tropicana con 1700 comensales sentados en
un espacio de 2400 metros cuadrados, Rita Montaner, la Tongolele, Nath King
Cole, el mismo Frank Sinatra, la absurda historia de la eliminación del saxofón
después de la aventura Castrista, por ser un instrumento imperialista.
Hablaba
con Oswaldo, mentor, amigo, consejero, creador de múltiples historias, compañero
de cuitas en la Bourbon Street de New Orleans, de sólida preparación intelectual
y moral, ¡cocinero de verdad!, quien me
informaba sobre el mas reciente arroz a la marinera y sobre todo la muy grata
conversación, la ecotimia positiva del encuentro con sus cunados, la inagotable
chanza y la risa a raudales y se escucha la voz de su esposa Dona Ligia quien
agregó a viva voz ¡EXULTANTE!
Me
encantan los adjetivos, creo que el idioma de Cervantes y Saavedra es el mas quirúrgico
para definir con exactitud las cosas indefinibles que forman el abanico de lo
óntico, lo informe pero existente y la brillantez de la salida de Dona Ligia me
enamoró, y Oswaldo me aclaró sobre sus estudios de letras, de literatura, tal
vez de filología, ¡que mas da! ¡Me encantó!
Volví
con remordimiento al libro de Saúl, porque tuve 24 horas sin leer nada,
entregado a la gula, a la avaricia, a la desenfrenada ingesta muy lejos de la
templanza, cenas opíparas, desayunos de obrero, excesos por doquier y lindante la
media noche tropecé nuevamente con la palabra exultante en el capítulo “Cuba en
un cucurucho de maní”, me encanta la palabra EXULTANTE, DONA LIGIA”
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