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Friday, March 30, 2018

UN PAÍS SIN ALMA


UN PAÍS SIN ALMA

            Me contrataron para aquel programa especial de ética para los oficiales de la policía del Estado Carabobo y en mi primera clase, saqué de la cintura mi pistola gran potencia de 9 milímetros, la puse sobre el escritorio y pregunte a mis alumnos: ¿Por qué, sabiendo disparar, sabiendo cómo se hace, conociendo la trampa y sin ninguna policía que pueda meternos presos, no nos ponemos de acuerdo, asaltamos varios bancos y nos repartimos el botín?

            La cara de todos era de desaprobación y les dije: quítenme esa cara, porque más de uno de Ustedes lo ha pensado, de hecho, la psiquis del policía está dividida por una delgada línea, por una difuminada frontera de la del ladrón o ¿es que acaso a Blanco no lo metieron preso ayer?

            Algunos no sabían lo del Comisario Blanco y comenzó un murmullo general.

            Hice buenos amigos entre ellos y creo que entre todos hicimos un buen trabajo y les conocí muy bien.

            Con asombro, estimando las cuatro de la madrugada, cuando me disponía a arreglar los papeles de la investigación que he hecho para mí más reciente novela, me llegó de uno de ellos, una foto inédita de los más de sesenta cadáveres de presos, quienes murieron por asfixia, otros tiroteados en una cárcel en su Cuartel General que se supone no debía tener más de cuarenta reclusos, pero este número estaba sobradamente duplicado en el país de la inopia, del hambre y la injusticia.

            Todos acostados y desnudos con ese inconfundible rictus mortis en uno de los pasillos que caminé junto a mis alumnos.

            A veces, debo confesar con pena, que he perdido la fe. A los curas también les ha pasado, inclusive a una Santa como la Madre Teresa de Calcuta, que era venezolana por naturalización, pero siempre recibo un contundente mensaje que me hace entrar al redil.

            Realmente, ahora, antes del amanecer, me está pasando, he  perdido la fe en este país sin alma, este país que sufre no de la maldad de sus gobernantes, sino como bien lo dijo el nuncio, esto es un problema del maligno, de satanás, del corrupto, es la lucha del bien contra el mal, es la escasez del sentido ciudadano, del sentido de humanidad, es la loa a la más alta maldad y al desprecio por la vida y la paz.

            Como si se tratara de conchas de ajo, en los medios de Venezuela, nada se ha reseñado, porque parece que lo mejor es olvidarlo.

            No pondré la foto, para no regar más basura en la psiquis de Ustedes mis lectores. Realmente no hace falta verla para entender lo que ahora escribo.

            En alguna parte, por algún resquicio, entró el diablo a divertirse y a torcer todo lo bueno de un país ahora poseso por él.

            Yo solo seguiré orando, seguiré buscando, el alma perdida de Venezuela.

            Paz a las almas de estas víctimas de un sistema absurdo que maltrata por igual a buenos y malos.

           

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