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Friday, March 16, 2018

HABLEMOS DE COSAS ALEGRES


HABLEMOS DE COSAS ALEGRES

            Una persona citadina, evacua en promedio unos 250 gramos de excrementos, mientras que un indio de la Amazonía podrá hacer unos dos kilogramos, por dos razones contundentes: la primera es el hecho de procrastinar las evacuaciones por estar en una reunión, en el tráfico, en el trabajo cuyo baño no tiene por qué estar aseado a su gusto y la segunda es una mala dieta y poco ejercicio, mientras que los indígenas caminan sobre su excusado, comen mucha fibra, no tienen carro, deben subir a los árboles, deben correr o enfrentar a sus enemigos y no conocen el tráfico, si poseen stress es de un estilo más sano, no creo que se depriman, se bañan muchas veces ¿lo sabían? Y podría seguir diciendo cosas a su favor.

            Hace poco tiempo invité a mi hijo al cine y había leído algunas cosas con respecto a aprender a engañar a nuestro cerebro, si, a engañarlo para que piense y actúe con absoluta felicidad y le dije: escoge una palabra que sea la clave para cuando comience a quejarme de cualquier cosa me alertes y delante nuestro había un vehículo marca Toyota Prius y esa fue la palabra “prius”

            El tráfico está infernal: me dijo prius.

            ¿Ya chequeaste cual película vamos a ver?, porque sería del carajo llegar al cine después de una hora y que haya comenzado: y me volvió a decir prius.

            Y entre conversación y conversación, con el tenor correcto, sin quejas, sin rabias, sin posiciones, de repente le dije: he tomado mucha agua y tengo ganas de orinar y ¿saben que me dijo?, pues, me dijo prius a lo que contesté de mala manera: ¿carajo; y tampoco puedo tener ganas de orinar? Y me volvió a decir prius. Papá no te puedo ayudar, si quieres párate en una bomba de gasolina y orinas, pero yo no lo puedo hacer por ti, de manera que deja de quejarte.

            Ese elemental ejercicio, hizo perfectamente su trabajo en ambos. Él, mi hijo porque estaba pendiente y yo porque dejé de quejarme por cosas que todos hacemos como si de una evacuación se tratara, una evacuación postergada por una absurda reunión.

            Cada vez que me levanto para ir a mi trabajo, prepararme el desayuno, bañarme, el café, el maletín, la ropa, la afeitada, los zapatos que no consigo en la oscuridad y dejar el fregadero limpio, podría fácilmente ser el motivo para una maldición, para ponerme de mal humor, para quejarme de la almohada, del frío, del calor, ¿Qué importa?

            Hablemos solo de cosas alegres y ya verán los resultados, porque hasta la muerte, podría constituirse en un evento alegre, ¡porque es inevitable!, porque podremos recordar al difunto en sus chanzas y en la alegría que nos prodigó.

            Cuando me atacan, me alegro, porque es un indicio de que voy bien. Cuando me dicen arrogante, voy mejor y cuando me acusan de falto de humildad, allí si debemos revisarlo, pero es que estoy persuadido de que no estoy en este mundo para parecer quienes los demás quieren que yo parezca, sino para ¡hablar, solo de cosas alegres!

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