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Tuesday, March 13, 2018

NAVEGANDO EN TURQUESA


NAVEGANDO EN TURQUESA

            Ya habíamos pasado sobradamente la entrada a la piquera, la dejamos por estribor, porque la verdad era una delicia ese viento que venía del este y el velero se comportaba muy bien, además la intención era hacer horas de navegación hasta que el hambre atacara despiadada para atracar en el muelle de madera nuevo que han instalado después de los desastres del Huracán Irma el año pasado, en el restaurant de pescado, donde siempre pido lo mismo: una cerveza Bud light, un plato de “fish and chips” con ensalada de repollo y salsa tártara.

            Pero seguimos de largo a la entrada pudimos ver a lo lejos, con esa visibilidad encantadora e ilimitada de hoy, las edificaciones de Cayo Hueso e imaginé ir a la casa de Hemingway, pero la cinemática no nos daba. Es un viaje largo y hubiésemos podido llegar con holgura, pero el depender del viento significa que tus planes no aguantan ningún plan, debes entregarte, debes entender que estás a expensas de la naturaleza, además ya eran casi las doce del día y mi vehículo debía estar estacionado allá, en el restaurant, para volver por tierra a Miami.

            Seguimos y seguimos y de acuerdo al viejo y maltratado sextante, hice una fija al faro, con papel y lápiz saque la cuenta, la tangente y determiné con absoluto error que no podía estar a menos de tres millas de tierra y por debajo de mí las aguas negras que indicaban que me aproximaba al golfo. Me gustó volver a calcular mi posición geográfica, hay cosas que jamás se olvidan y sobretodo en una embarcación precaria de ayudas a la navegación o tal vez el precario soy yo, porque aunque como casi cualquier mortal, poseo un  teléfono inteligente con GPS, preferí hacerlo a mano, es más marinero, es más sabroso y además me hace probarme a mí mismo. Mantenía el rumbo con todo el aparejo dado, siempre hacia el Sur y la tierra se abría a mi estribor alejándose, hasta que decidí dar una vuelta por redondo y entrar a las peligrosas y bajas aguas de Key Largo. Era mi primera navegación por allí y aunque muy bien demarcado y llena de ayudas visuales, los bajos se sonríen esperando a que los toques con tu quilla.

            Me fui cerrando ahora con rumbo norte a babor y solo tenía dado el foque, la mayor fue recogida para tener mayor control de velocidad en caso de una varada y conseguí el linnigrafo de aproximación y cambie de rumbo y pude entrar al canal con viento suave por popa y de repente, cuando me percaté de lo que me rodeaba, las aguas habían pasado del negro a un color turquesa que me impresionó y me sacó de foco. Estaba navegando en una mágica piscina, el viento amainó aún más dentro de los cayos, los peligrosos y bajos cayos y me negué a prender el motor, eso mataría la magia que me rodeaba y caí a estribor y el viento me detuvo por proa y como era martes, los muelles estaban solos y la inercia me dejó llegar.

            ¡Fue una navegación a vela, en aguas turquesas!

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