MADURO: UN HOSPITAL
PARA VENEZUELA
Debo
confesar que yo no sé cómo es un dolor de cabeza, no recuerdo mi última gripe,
no me duelen las coyunturas, no he tenido lumbago ni tampoco agrura, pero el
sistema de salud en los Estados Unidos, me reconoce como un hombre mayor… ¡eso
no sonó bien!... mejor aún, me reconoce como un hombre maduro entrado ya en las
estadísticas que manejan la conducta social de este gran país y por ello, mi
seguro de salud me ordenó a los 50 hacerme una colonoscopía y ahora un examen
exploratorio, tal vez preventivo y de manera obligatoria, para ellos poder
diagnosticar alguna dolencia y así proceder y ahorrarse dinero… ¡esa es la
verdadera jugada!
Me
mandaron una carta por el excelente sistema de correo, donde me indican el
médico que debería verme si yo estoy de acuerdo, porque tengo la opción de
escoger a mi médico y fui con desdén, de mal humor y con mala actitud al
hospital de la Universidad de Miami.
El
estacionamiento es del tamaño del aeropuerto y logré estacionar en el sexto
piso. Tomé el ascensor y por un momento me sentí a bordo del portaviones Theodore
Roosevelt CV-51. Los pisos eran de linóleo pulido, impecable y era hora de
almorzar. No hizo falta preguntar por la cafetería, porque la señalización
está diseñada para individuos dispersos como yo, siempre pensando cosas fuera
de la realidad que me rodea, siempre inventado en mi mente, siempre buscando
historias y me impresioné porque distaba mucho de ser un comedor de hospital,
es mas bien una suerte de restaurant de lujo donde no se vende licor (o al
menos yo no pregunté). Almorcé opíparamente y pagué una miseria y la actitud de
los empleados, médicos, enfermeras en fin, la actitud de todos era contagiosa,
llena de sonrisas y bienvenidas, gentilezas y amapuches.
Creo
que ese hospital es un gran santuario de sanación y recordé a Seneca quien escribió:
“Una gran parte de la curación está en la voluntad de sanar”
Bajé
a la puerta principal, donde me enteré que estaba equivocado de edificio, que
el de mi Doctor, un japonés que habla inglés, español y por supuesto japonés,
estaba en el edificio de al lado dentro de toda la gran ciudad de galenos.
En
el consultorio me auscultó una enfermera, me tomaron la tensión arterial, la
temperatura, también midieron mi sobrepeso, llegó una joven doctora para
enterarse de que yo no tengo sino edad, (que no es poca cosa) y luego entró el
elegante japonés quien me preguntó en inglés en que idioma me sentía mas cómodo.
Tres
cajas de guantes de diferentes tamaños pegados a la pared, un olor a limpio,
mucha tecnología, ya tenía en la computadora todo mi record y tan solo yo pensaba en los ignorantes que
atacan este sistema de salud. No pagué nada, mi seguro se encargó de todo,
hasta de la cita, como entré salí, corrijo, no es cierto. ¡Entré con disgusto y salí con una sonrisa!
¡Creo que Maduro debería copiar lo que he
presenciado hoy en primera persona!
Imagínate como serà el hospital Naval de Bethesda donde fuera atendido. Igualmente el militar Walter Reid .Por supuesto, para gozar de ellos uno debe estar en ese sistema en alguna de las condiciones previstas. Cuando no se cuenta con esas condiciones uno tiene que pagar un seguro HCM nada barato . Por fortuna, tú estás asegurado y ademas eres residente. Cuando seas naturalizado la cosa será aún mejor.
ReplyDeleteDos de mis nietos nacieron allá en hospital público y gratuitamente. La atención de primera y eso amerita un escrito.