La
casa estaba rodeada por un muro de ladrillos de dos metros, muy mal hecho,
ordinario, que separaba las ideas, de la
calle.
Sorteada
la puerta principal, distábamos de la escalera de cinco escalones, unos
cinco metros llenos de jardines, flores y mucho verdor. A la entrada, a mano derecha
estaba el lobby, con un par de sofás rojos y pensé a cuantas les habrá hecho el
amor allí y sonreí. Sin aire acondicionado, como a la usanza, sus techos eran
muy altos, para mitigar las cálidas temperaturas de los cayos. Los gatos de
seis dedos por doquier eran los verdaderos dueños de toda la propiedad. El pequeño
comedor para seis personas con muebles rústicos y la austera cocina estaban al
otro lado, pasando la escalera.
Al
subir estaba la habitación de Ernest Hemingway, con su cama matrimonial y sobre
ella, como un adorno, otro gato. Un baño pequeño y otra habitación sin cama,
tan solo con sillas, fotos de sus cuatro mujeres mas conocidas, la pesca, los
bares, las letras, la vida bohemia y a veces desordenada, pero prolífica en
historias e infidelidades.
El
segundo piso está rodeado por un piso en madera pintado en verde, con una reja
de fierro repujado donde él se paraba para recibir a alguien que entraba y tan
solo me preguntaba: ¿y donde escribía Hemingway?
Detrás
de esta, había mandado a construir otra casa mas pequeña y en el segundo piso
tenía su pequeño estudio, con la máquina de escribir, otro sofá, libros y
seguro alguna botella de escocés.
Murió
seis meses antes de que yo naciera y modificó divirtiéndose, el pensamiento
intelectual americano de su época. Ganó el premio Nobel en 1954 y el Pulitzer y
todo mientras bebía, se divertía y acababa sus cuentas con los puños. Tuvo un
estilo de vida económico y poco entendido. Produjo siete novelas, seis
historias cortas de colección y dos trabajos mas fuera de la ficción, pero también
le fueron publicados otros escritos después de su suicidio.
En
el África, consecutivamente tuvo accidentes aéreos, que no pudieron con él y
escribía con disciplina 1500 palabras por día, luego llegaba al bar Sloopy
Joes, del cual ya hemos escrito y pedía un daiquiri, mientras el dueño le dotaba
de todos los periódicos. En ese momento estaba prohibido molestarle y recortaba
lo que le interesaba con las manos, lo guardaba en el bolsillo de su ajada
camisa y ¡ahora sí! ¡A beber!
Las
mujeres inteligentes y la pesca, fueron su pasión, el licor y el sexo su perdición,
pero fue una decisión personal, vivir esa intensidad, vivir para pensar y
escribirlo, vivir con la frugalidad de los inteligentes y sabios y disfrutar de
la egoísta circunstancia que significa ser un escritor profesional.
Estuve
en la casa de Ernest Hemingway y me hubiese encantado conocerlo personalmente,
para entender que existe una mágica mixtura entre las letras y el licor, que la
literatura no tiene que ser aburrida, que la vida son risas y creo que supo
vivir y también morir.
Un hombre interesante. Gracias por invitarme a conocer la casa del escritor y adentrarme un poco en su psiquis. Me sentí en su casa y en los cayos, donde a veces mis sueños se encuentran con tu presencia intelectual digital, desde donde nos transmites tus vivencias.
ReplyDeleteHay pasiones que son vida y perdiciones que son pasiones, a fin de cuentas de que se trata la vida sino de pasiones y perdiciones, gracias por este maravilloso y breve recorrido por la casa y las cosas de Hemingway
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