90 MILLAS DE CUBA
Luego
de la merecida farra en el bar de Hemingway, me levanté para ir a una
importante e impostergable cita con la vida.
Eran
las seis y veinte minutos de la madrugada y aun no amanecía en este invierno extraño
para el resto de la Unión Americana, donde con facilidad se reciben como regalo
del cielo un par de pies de nieve en una sola noche, que deja incomunicados
hasta los mas modernos aeropuertos, pero aquí no, aquí poseemos una temperatura
que nos hace estar en el exterior, en aire acondicionado, no obstante salir de
la gruesa colcha, en la inmensa cama con sábanas impecablemente blancas, de
muchos hilos, suaves y tersas, sumergido entre almohadones de plumas y
enfrentarse al choque térmico, era una suerte de cancha de obstáculos.
Entré
a la ducha hirviente y al salir, otro choque térmico que me paralizó. Como pude
me vestí con todos los trapos que conseguí en la oscuridad, me calé mi viejo
sombrero de pescador y ¿saben qué? al abrir la puerta me volví a congelar y
mientras caminaba en busca de un café, pensé en llamar al 911, ¡porque esto era
casi una emergencia!
En
la bella cabaña que alquilé para buscar esta historia y que me la cobraron como
si fuera un castillo andaluz del medioevo, conseguí a Ellen, una americana que
me sonrió al entrar al lobby y me ofreció café sin pedírselo. Angustiada porque
uno de sus huéspedes en domingo se levanta a esa extraña hora, me preguntó y le
conté lo de mi cita (y pensó que no estaba cuerdo), para enterarme que tan solo
a pocas cuadras sobre la Calle Truman, cruzando con Whitehead, estaba el punto
mas al Sur de los Estados Unidos de América.
Habían
un par de borrachos amanecidos de unos veinticinco años, y yo pensé que eso es
lo que he debido de haber hecho anoche, tomarme lo que costó la cabaña en whisky,
seguro no me habría dado frio o al menos creo que no me hubiese dado mucha
cuenta.
Estábamos
en esa hora color violeta y llegué al monumento que tiene pintado sobre el: “90
Miles to Cuba”, mas abajo: “Southern Point Continental U.S.A.” y mas abajo aun:
”Key West, Fl. Home of the sunset”
Pensé
que tan solo a 90 millas había alguien fumando y seguramente con suerte e
imaginación podría oler el humo de su cigarrillo, uno fuerte seguramente, de
alguien esclavo, mientras yo le olía desde la libertad plena.
Tuve
que levantar la vista, porque una bola de fuego intenso se levantó en el
horizonte. El frio se me olvidó, Cuba, el cigarro del esclavo y los borrachos
amanecidos y no pude menos que dar gracias por el privilegio del astro rey
frente a mis ojos. Todo se tornó rosado, sobre un mar morado, mientras el subía
y subía hasta que los ojos me dolieron de verle y adorarle y observar los
tonos, los colores, las señales del milagro mas grande de Dios el cual es: “un día
después del otro”. Seguramente alguien fumaba un cigarrillo en la esclavitud,
mientras yo le olía a tan solo noventa millas.
Excelente. Volé mucho en la NAS de allá. Un abrazo.
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