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Friday, July 8, 2011

EL EXTRANO CASO DEL BLACKBERRY

Con frecuencia me siento como Dionisio, aquel mitológico dios de la locura ritual y el éxtasis, que en realidad fue un indigente profesional y es que eso era yo, en términos telefónicos. Durante años intentaron regalarme sin éxito, (en cuatro oportunidades, un blackberry) y yo persuadido de querer estar aislado del mundo los devolvía con cariño, pero a la vez con secreta sorna, porque no necesito uno de esos para ser mas, de facto, no quiero comunicarme con nadie todo el tiempo, solo chequeo mis correos cuando estoy de buenas y por eso lo hago todos los días, pero resulta que me fui a Orlando en una extraña aerolínea llamada Spirit, con una compañera de trabajo y mientras yo leía mi libro de Osho sobre el vivir con mayor calidad y mi económico teléfono celular de cincuenta dollares estaba en el fondo de mi maletín (donde realmente debía estar), correctamente apagado, ya estaba amaneciendo y antes de despegar del aeropuerto de Fort Lauderdale, creo que ella había mandado mas mails, que los que yo mando en todo un día de trabajo y es que precisamente me dediqué a hacerle caso a Osho y me dispuse a observarla con la pereza de Dionisio y basado en las dos partes en que esta se divide, la primera llamada ASEDIA, que es la complacencia y la apatía y la segunda TRISTITIA , que corresponde a la tristeza, porque me di cuenta que no puedo vivir en el siglo XIX y me dije, ya llegará otro de mis amigos y me quitará el sosiego y tendré que entrar a Twiter y recibiré a toda hora los mensajes del Facebook, donde tengo un pequeño ejército de amigos, también me llegarán los correos de Ustedes y los veré en tiempo real y me volveré mucho mas mal educado de lo que ya soy, cuando no aguante las ganas de ver mi blacberry independientemente de que esté sosteniendo una conversación con Barack Obama, Osho pasará a un segundo plano en mi vida, en mi mente, en mi vivir meditabundo y tranquilo y mi socia se sentirá con el derecho de escribirme a cualquier hora, porque sabrá que ahora soy uno de ellos y mi stress crecerá y me ducharé pendiente de lo que llega a la pequeña pantalla que moverá mi vida y en el gimnasio de mi casa, tendré un lugar especial donde ponerlo en mi caminadora para detenerla al menor destello de la pantalla líquida y el sexo no será igual, porque ahora seremos tres o tal vez cuatro si contamos el blacberry de ella y en eso pasó el tiempo y alguien anunció que estábamos a punto de aterrizar en Orlando y me desperté.
En eL mes de Enero, cumplí años y como si hubiese sido un comercial del libro ¨el secreto¨ me llamó Gustavo, con una urgencia tan grande que no podía esperar y yo estaba en mi caminadora, en una meditación extraña, por el movimiento, sudado, desarreglado para atenderle, pero no tenía alternativa, su urgencia y mi amistad ameritaban que nos viéramos y yo en mi caminadora japonesa, caí en la trampa de un maracucho que me trajo en su camioneta americana un blacberry asiático, agradezco a mi amigo, que me haya sacado del siglo de los pensadores hacia el siglo de los negociadores y las comunicaciones de alta velocidad, luego les contaré si ese aparato sirve para hacer mas dinero o si por el contrario he caído con la fuerza de la ley de gravedad en el foso de la moda a la que tanto he criticado.

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