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Sunday, August 21, 2022

NUNCA ES TARDE

 NUNCA ES TARDE


            Entré a la muy lujosa licorería donde me complacen con todos mis gustos, para comprar una champaña francesa que estaba en oferta, para ello me llamaron y de paso traje a casa el vodka ruso, no polaco,  con el que abro en oportunidades el apetito con agua tónica y limón y llevaba uno de mis sombreros.

        Un joven un poco pendejo, de treinta y siete años, porque se lo pregunté, me alabó el sombrero, mientras él llevaba una muy usada gorra de pelotero y le dije:

      -Joven le sugiero que los use, primero por salud epidérmica sobre todo cuando se es calvo como yo y luego por elegancia, porque la vida se compone de elegancias y allí le pregunté la edad.

            El dependiente, un chileno mayor que yo, cuyo nombre no sé, pero que nos conocemos por haber hecho varios negocios contra mi tarjeta de crédito adquiriendo licores varios, se sonreía porque nunca es tarde.

            Me reclama mi dulce Doris por levantarme a la cinco de la mañana, por acostarme cuando mi antiguo cuerpo ya no da más, cuando se acaban las letras, por leer con fruición y urgencia un libro a la semana, por aburrirme en las fiestas donde todos parecen estar divertidos, por ser prudente con el licor, por bailar como un chusma, por gustarme la salsa y pasar a Rachmaninoff o a la proteica música de Piotr Ilich Tchaikovski, para luego seguir con Albita, Santa Rosa, Willy Chirinos, si, lo admito, eso es raro, muy raro, pero nunca es tarde.

            León Tolstoi: ‘’Escritor y reformador ruso. Junto con Fiódor Dostoievski, es el más destacado representante de la novela realista en Rusia, como lo fueron Balzac, Stendhal y Flaubert en Francia o Galdós y «Clarín» en España’’  aprendió a montar bicicleta  a los sesenta y siete años y por ello se acuña entre los intelectuales europeos del este, el término ‘’La bicicleta de Tolstoi’’ en analogía perfecta a las personas mayores que siempre estamos aprendiendo, si, yo espero ser uno de ellos, de los que aprenden a montar la bicicleta de la vida, a tocar la viola, a escribir mejor, a abordar el cuento y la fábula y a interpretar el piano cuando nadie me escuche, porque el tiempo es finito pero nunca será tarde.


                Mi tía a la que llamo desde mi primera infancia ‘’Ucha’’ y no sé porque y a mi tío, su esposo, al que amé con locura, como se ama a un padre bueno, me dijo ayer que estaba leyendo ‘’El hombre en busca de sentido’’ de Víctor Frankl y la verdad es que la admiro. Cualquier persona que tenga a un sobrino de mi avanzada edad, diría ¿para qué seguir leyendo?, pero ella no, sigue aprendiendo, viendo atardeceres en su piscina, sigue deteniéndose a oler las flores y a contar un amable chiste, sigue viviendo, y ¿saben por qué? Porque nunca es tarde.

                Hay personas ancianas de veinticinco años, que no saben ni entienden porque están aquí, pero ella, Ucha, mi tía Beatriz, es una inspiración suprema para un viejo como yo.



 

 

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