UNA VIDA DE ELEGANCIAS

UNA VIDA DE ELEGANCIAS

            Era británico, aunque nació en Caracas. Sus costumbres y maneras le delataban su educación y garbo.

            Ciertamente se formó en nada más y nada menos que en las academias H.M.S. Excellent y H.M.S. Vernon y fue condecorado con la orden de los caballeros de Malta. Quiero hacer saber respetuosamente que las siglas que anteponen a los nombres de las academias, traducen al castellano “Buque de su majestad”, británica por supuesto.

            Creo que es el hombre más inteligente y culto que he conocido y miren que en el ambiente de mi vida los hay a montones, pero no tengo dudas de la distancia entre unos y el otro.

            La mar posee un lenguaje vetado para muchos, pero él lo entendió, lo interpretó y lo tradujo a su provecho. Honró su carrera y me temo que se convirtió en un ícono de la historia patria, ¿pero qué más da? Ya es una leyenda, sí señor, una buena leyenda.

            Me llamó alguna vez para informarme sobre aquel crucero que tomaría creo que desde New York hasta Alaska, ¿se imaginan la travesía? Y yo le pregunté ignorante de la aventura: ¿y eso no es mucho frio como para ir de crucero?, porque para mí, uno significa playas tropicales, tragos exóticos, mujeres semidesnudas y de microscópicos trajes de baño, pero no, para el no, jamás, nunca jamás que es más severo. Para el significaba lectura a bordo, hablar en inglés británico con los pasajeros, estar bien e impecablemente vestido de trajes a la medida y bufandas de seda china, para cambiarse en la noche de tuxedo y asistir a la especial cena con su colega el Capitán, observar desde su camarote a las ballenas, leones marinos y aquellas impensables horas de amaneceres tardíos o atardeceres helados y azules.

            No tengo dudas de que fue una vida de elegancias y hasta llegó a decirme que un oficial naval sin uniforme debería resaltar ante la multitud tan solo por su porte y yo no le creía, pensaba que eran arrogancias encantadoras pero arrogancias al fin, pero tenía razón, ¡siempre la tenía!

            Mi Padre cumpliría años el día de hoy, cumpliría ochenta y un años, pero hasta en eso fue elegante, porque se fue al encuentro con el arquitecto del universo a los setenta y dos, cuando todavía le recuerdo recio, audaz, profundamente preclaro, culto y sin limitación alguna, atractivo, bien vestido hasta con el pijama y aquella bata de casa vino tinto con vivo en blanco y una JOTA de su apellido “Jurado” sobre el área del corazón.

            No puedo menos que estar agradecido y seguirme sorprendiendo de mi inmensa herencia y se los explico mejor: los ángulos de la vida, su divertida manera de enseñarme, el buen hablar y actuar fueron la mayor de las herencias que me ha dejado por siempre y entiendo desde nuestra común cristiandad que tenía que pasar, como me pasará a mí y a Usted que me lee.

            Pienso que la vejez se parece al lino Italiano, por cuanto la arruga es inevitable, pero debe ser llevada como él lo hizo, con suma elegancia.

            Paz a tu alma buena, Señor Capitán de Navío, escritor de mil versos, juglar de mil plazas, navegante de los mares, Comandante admirado.