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Saturday, January 5, 2019

EL RECUERDO DE UNA HERIDA


            EL RECUERDO DE UNA HERIDA

            Qué bueno que me han herido y además mucho. Las recuerdo desde mis cicatrices que son el mejor recordatorio y cuando digo bueno y cuando veo mis cicatrices, me contento.

            Mi piel parece la de un caimán, mi piel arrugada en uso de la metáfora literaria, mi escaso cabello que denota varias cosas, muy positivas como tal vez puede ser una explosión de testosterona, mi fortalecido corazón que ha enfrentado relaciones disfuncionales y que a cualquier humano hubiesen dejado poco más que maltrecho, pero no a mi corazón, no a mi piel.

            Me preguntó Ignacio, mi amigo de tantas aventuras marineras, después de verme fortalecido, después de verme de pie, levantado orgullosamente de mis cenizas, como si nada hubiese pasado, él, intrigado asume que siempre fue fácil para mí, porque simplemente he aprendido a engañar a mi cerebro, he aprendido a mentirle a mi alma, he aprendido a ser el gran hipócrita nefelibata y sonador que endulza y acaricia las heridas y hasta a veces las expongo como premios de guerra, las enseño y cuando las saco de la oscuridad de la prudencia y dejan de ser nictofílicas todos maravillados asumen con pasmosa facilidad que se me dio fácil y yo les digo que tienen razón.

            Me comentaba mi novia, que desde hace algún tiempo para acá, los venezolanos que encontramos en la agresiva actividad social de esta ciudad cautivante, se nos acercan con visión selectiva para hacerme saber que ellos tienen cicatrices, que les duele, que el apartamento en Margarita y la casa en el Hatillo y yo pienso ¡mierda!, estos tipos no solo están equivocados, sino que no están a gusto aquí, en Miami, donde todos quieren vivir y anoche volvió a pasarme y medité en la madrugada para concluir que Miami, Buenos Aires, Santiago de Chile o Bogotá, si les gustan, pero con los vicios de los que vienen huyendo y al no poder aplicarlos, simplemente asumen que han sido heridos y al levantar la manga para mostrarme las cicatrices, pues no las consiguen porque no están y yo me pregunto: ¿Qué cominos hacen aquí, en este país de trabajo del cual se quejan, del que denigran y llaman a sus ciudadanos “gringos” de manera despectiva, como si fueran pendejos?

            Ya que algunos comunistas, me han dicho “gusano”, “apátrida”, “disociado”, pues les ruego a los venezolanos que han venido aquí a buscar prosperidad, que dejen de ver por el retrovisor y comiencen a trabajar sin descanso, hasta que logren la prosperidad que se les dio gratuitamente en los años 70, 80 y 90 de la Venezuela lúdica que ya no existe y cuando realmente tengan cicatrices, podremos hacer una divertida competencia de quien tiene más, pero mientras tanto a sonreír, a levantar la cara con visión de futuro, a adaptarse con agradecimiento, a acostarse exhausto de trabajar y por ende progresar, a estudiar el idioma y a amar con gratitud a los países que por nuestra propia lenidad, nos han dado cobijo para que entendamos que este desastre, este desfalco, está pasando para nuestro crecimiento superior como grupo humano.

1 comment:

  1. Que hagan como el científico y el vacapit del barco pesquero de la pelicula Tiburón I, donde los dos tipos referidos se sientan a echarse palos y aa enseñarse las cicatrices de tiburones de sus pasados gloriosos, mientras el temeroso sheriff vigila el océano.

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