EL TEATRO
DE FEAS ARTES
Yo
me he hecho un tácito pacto de templanza. Cuando se es escritor y además leído,
comprendo desde la humildad que no a todos pueden gustar mis asertos. Además no
a todos pueden agradar mis denuncias si acaso las hubiere y no a todos pueden causar
gracias mis malos chistes, pero lo de hoy ha sido inaudito y repito, mi pacto
lo romperé, porque nunca jamás había visto una obra de teatro tan escasa, tan
ramplona, tan oscura en términos de talento actoral. Déjenme explayarme un poco
mejor, a ver si logro mitigar este tarugo de oscurantismo y negatividad con el
que vengo cargado, luego de salirme de la obra antes de su final. Si, por
primera vez en la vida me he salido de una obra sin ciclotimia alguna, sin
argumento, sin alma y allí voy:
En
primer lugar comenzó con cuarenta y cinco largos minutos de retraso, ¿se
imaginan?
Como
comprenderán y siendo yo una persona proclive al arte y la cultura, respetuoso
de los actores y escritores, directores y luminitos, admirador de esos
fastuosos equipos que ponen todo para hacernos vivir una vida paralela desde
las tablas, pues llegué al teatro de Bellas Artes de Miami, quince minutos
antes, compre un vino tinto para mi dama y para mí y tomé asiento con la expectativa
de siempre. Pasada la media hora después de las ocho de la noche no tuve otra opción
que levantarme y preguntar, pero no lo logré, infiero que mi descompuesta cara
se encargó y antes de articular palabra alguna un señor de la puerta me dijo: “comenzaremos
en un par de minutos” y acto seguido le di la espalda y me fui a mi asiento,
pero no era cierto, comenzó quince minutos más tarde.
No
pude menos que preguntar quién era el escritor y para mi suerte quien me informó
me reconoció para darme el apellido del cual no quiero acordarme y además
decirme que es un venezolano como usted Sr. Jurado y tan solo dije una palabra
en mi mente, si, fue la única que se me ocurrió y lo lamento; me dije: ¡mierda!
La
obra se titula “Las damas de la noche” y
es lo que sucede en un prostíbulo: peleas, mentadas de madre, maldiciones, maledicencias,
groserías, gritos, patadas y kung fu, chismes, odios, rencillas y todas muy desnudas
de ropa y talento, pero además nada provocativas. Borrachos peleándose por el
amor de una de ellas y demás bajezas que probablemente resultaría gracioso para
alguno pero no para mí y fíjense porque, allí voy:
A
mitad de la obra y le llamo así porque la verdad es que obraron (pueden buscar
la palabra en el diccionario, para entrar en materia fecal) me di cuenta que mi
psiquis está limpia, llena de cosas poco más importantes o al menos más humanas
y me preguntaba ¿Qué hago yo aquí? Hasta que mi señora me sacó del atolladero y
con suave voz, dulce por lo demás me contestó con una pregunta: ¿nos vamos?
No
todo el mundo puede abordar el difícil arte del teatro, eso es un hecho
incontrovertible y no puedo menos que sentirme estafado ante tamaña burla a uno
de los más finos representantes del arte como lo son las tablas.
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