SUEÑOS
COLOREADOS
Me
lo debía, realmente fue como me lo imaginé. No sé qué está pasando en la vida,
pero ocurre con mucha frecuencia, las cosas pasan como las imagino y siempre me
quedo asombrado, ensimismado y agradecido, me refiero solo a las cosas buenas,
porque hasta ahora no me ha pasado nada malo que no pueda entender.
Fuimos
juntos a la aventura. Para ella parecía que fuera a Disney World pero con la edad
tal vez de diez años, si, tenía una emoción imparable, era notoria su excitación. Yo que
tampoco conocía el sitio, trataba sin éxito de no crear más expectativas, pero
debo confesar que me imaginaba en París, en la calle, en una calle llena de
escritores y poetas, a la sombra de un gran paraguas naranja que difuminara y
diera un color ámbar al ambiente.
Llegamos
a Coral Gables y me quede en una pieza. No era un paraguas solo, eran miles de
paraguas que se unían en multicolor cromatismo para empalmar el túnel vegetal
que hacían centenarios árboles en la calle Giralda, era la excepcional exposición
llamada “umbrella sky”, que traduce al español, “el cielo de paraguas”. Calles
adoquinadas en colores pasteles, crudos, ocres que hacían formas redondas,
impecablemente puestas en el correcto sitio y caminamos y la gente bebía y comía
en cada restaurant, uno al lado de otro, de diferentes especialidades y yo
buscaba un bar, pero que también complaciera sus gustos, hasta que a la vuelta
de la esquina estaba “La Fumarola”
Éramos
los únicos comensales, cosa que me gustó, había pizza pero no cualquiera. El
dependiente, un muchacho latino que me habló en inglés, con orgullo me dijo que
todo era italiano y yo pregunté: ¿inclusive la cerveza? Y con más orgullo una
italiana madura me lo gritó: ¡por supuesto Señor, todo, todo es italiano, la
harina, los tomates, el vino y la cerveza, la albahaca y los quesos!, todo.
Pues,
no se diga más, tráigame la mejor cerveza italiana que tenga y me volvieron a
ripostar: ¡aquí todas las cervezas son excelentes, pruebe la que le voy a dar,
si no le gusta, se la cambio y no la pague!
Tan
solo alcancé a decir en voz baja, lo que falta es que tengan una cama, porque
yo quisiera dormir y vivir aquí. Pedimos una pizza Capressa y unos calamares
rebosados y ¿a que no adivinan con qué? ¡Con una salsa italiana para mojarlos y
darles el gusto del orgulloso y pequeño restaurant!
Comí
como un siciliano, dejé una atractiva propina y salimos a caminar hasta el cine
que queda a una cuadra y compré dos entradas en “Coral Gables Cinema” para ver
una película llamada “Almost forty”, que traduce “Casi cuarenta” con una trama
adulta, pero cuál fue mi sorpresa que cuando entramos a la inmensa sala
estábamos absolutamente solos, era una función exclusiva para nosotros y ella me
dijo: ya vengo que te tengo un regalo.
Esa
tarde, sentado en la butaca del cinema cavilaba sobre cómo ha cambiado mi vida
para bien y solo volví a la realidad cuando ella me preguntó: ¿Merlot o
Cabernet Sauvignon? Y tomamos vino, mientras me preguntaba: ¿serán estos unos sueños
coloreados?
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