NO ME
ACONSEJES VANIDADES
No
es una visión beatífica la mía. Ningún pecador de mi talla pude tener una.
Recuerdo haber leído, no sé dónde, (cosa que me pasa con frecuencia, me refiero
a que recuerdo lo leído, pero no el libro donde lo hice), que a Santa Teresa le
llegaron a preguntar: ¿hay unos más santos que otros? A lo que ella, con sabiduría
y paz respondió: Si, absolutamente si los hay, como hay vasos más grandes que
otros, pero todos están llenos.
¡Saquen
sus propias conclusiones! Pero si no las sacan, no me importa.
Mi
nevera estaba vacía, el jugo de naranja se había acabado, tendría que hacer el
fastidioso oficio de ir al automercado a reabastecerme, pero recordé que mi último
cargamento de rosarios benditos también se había acabado, había regalado todos
a mis amigos devotos y a los que más les hace falta, a los poco creyentes.
Como
lo primero es lo primero, me desvié hacia la Ermita de la Cariad del Cobre,
santuario que me acogió cuando perdí la fe por allá en el 2006, cuando pensé
que la acusación que me había hecho Hugo Chávez de ser espía de los Estados
Unidos, era un inmensa maldición diabólica que me había caído encima. Había perdido
en poco menos de cinco días, todas mis propiedades, todo mi esfuerzo, el
prestigio, ¡todo!; pero aun tenía vida, salud y juventud, esa fue la conclusión
y la respuesta a mis preguntas desde la ira, desde la impotencia, esa sigue
siendo la respuesta desde la paz y la felicidad que ahora y desde hace muchos años,
disfruto, pero a lo que vamos:
Entré
a la tienda de los feligreses y tomé diez rosarios de diferentes colores.
Sonaban unos encantadores cantos gregorianos, cautivadores, colonizadores de la
ansiedad, se respiraba paz y compré un disco. Al voltear para pagar el santo
cargamento, me conseguí con un crucifijo, exactamente igual al usado por el famoso
y ya fallecido Padre Gabrielle Amorth, el exorcista del Vaticano, a quien
dediqué el segundo capítulo de mi libro DIVINOS, LUEGO HUMANOS, guardado en una
caja transparente, con la cruz medalla de San Benito, recordé las místicas y
casi secretas claves del Santo, pero hay una, una muy importante que recuerdo
con especial aprecio para el resto de lo que me queda de vida cuya inscripción en
latín dice lo siguiente: “Numquam Suade Mihi Vaba” y que traduce a nuestro idioma
NO ME ACONSEJES VANIDADES y otra de suma importancia: “Vede Retro Satanás”
Retírate Satanás.
Como
siempre les digo a los que no creen, no tienen por qué hacerlo, es cuestión de
tiempo, es cuestión de madurez, de sabiduría que lo hagan. Ya tendrán el
chance, después de joder bastante, de entender como son las cosas y que son
almas divinas, todos sin excepción, almas perfectas, cósmicamente exactas, que
viven sus propios tiempos, que viven en la finitud de su vida, como si esta
nunca fuera a acabar, pero, presten atención: realmente están viviendo una muy
corta experiencia terrenal y humana.
Por
favor, ¡nunca me aconsejen vanidades!
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