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Sunday, August 19, 2018

NO ME ACONSEJES VANIDADES


NO ME ACONSEJES VANIDADES

            No es una visión beatífica la mía. Ningún pecador de mi talla pude tener una. Recuerdo haber leído, no sé dónde, (cosa que me pasa con frecuencia, me refiero a que recuerdo lo leído, pero no el libro donde lo hice), que a Santa Teresa le llegaron a preguntar: ¿hay unos más santos que otros? A lo que ella, con sabiduría y paz respondió: Si, absolutamente si los hay, como hay vasos más grandes que otros, pero todos están llenos.

            ¡Saquen sus propias conclusiones! Pero si no las sacan, no me importa.

            Mi nevera estaba vacía, el jugo de naranja se había acabado, tendría que hacer el fastidioso oficio de ir al automercado a reabastecerme, pero recordé que mi último cargamento de rosarios benditos también se había acabado, había regalado todos a mis amigos devotos y a los que más les hace falta, a los poco creyentes.

            Como lo primero es lo primero, me desvié hacia la Ermita de la Cariad del Cobre, santuario que me acogió cuando perdí la fe por allá en el 2006, cuando pensé que la acusación que me había hecho Hugo Chávez de ser espía de los Estados Unidos, era un inmensa maldición diabólica que me había caído encima. Había perdido en poco menos de cinco días, todas mis propiedades, todo mi esfuerzo, el prestigio, ¡todo!; pero aun tenía vida, salud y juventud, esa fue la conclusión y la respuesta a mis preguntas desde la ira, desde la impotencia, esa sigue siendo la respuesta desde la paz y la felicidad que ahora y desde hace muchos años, disfruto, pero a lo que vamos:

            Entré a la tienda de los feligreses y tomé diez rosarios de diferentes colores. Sonaban unos encantadores cantos gregorianos, cautivadores, colonizadores de la ansiedad, se respiraba paz y compré un disco. Al voltear para pagar el santo cargamento, me conseguí con un crucifijo, exactamente igual al usado por el famoso y ya fallecido Padre Gabrielle Amorth, el exorcista del Vaticano, a quien dediqué el segundo capítulo de mi libro DIVINOS, LUEGO HUMANOS, guardado en una caja transparente, con la cruz medalla de San Benito, recordé las místicas y casi secretas claves del Santo, pero hay una, una muy importante que recuerdo con especial aprecio para el resto de lo que me queda de vida cuya inscripción en latín dice lo siguiente: “Numquam Suade Mihi Vaba” y que traduce a nuestro idioma NO ME ACONSEJES VANIDADES y otra de suma importancia: “Vede Retro Satanás” Retírate Satanás.

            Como siempre les digo a los que no creen, no tienen por qué hacerlo, es cuestión de tiempo, es cuestión de madurez, de sabiduría que lo hagan. Ya tendrán el chance, después de joder bastante, de entender como son las cosas y que son almas divinas, todos sin excepción, almas perfectas, cósmicamente exactas, que viven sus propios tiempos, que viven en la finitud de su vida, como si esta nunca fuera a acabar, pero, presten atención: realmente están viviendo una muy corta experiencia terrenal y humana.

            Por favor, ¡nunca me aconsejen vanidades!

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