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Sunday, June 10, 2018

MUERTE EN LA MAR


 
            ¿A qué distancia tenemos al helicóptero?

            Está a veinticuatro millas, volando a cien nudos en vector 110, en patrón normal de patrullaje de superficie.

            ¿Altura?

            Mil quinientos pies y tiene una autonomía para el momento de cuarenta minutos.

            Perfecto, dijo el Capitán Santos, de pie, frente a la consola horizontal en el Centro de Información y Combate.

            El buque navegaba al rumbo 090 a una velocidad de doce nudos y eran las dos de la mañana, con una noche de excelente visibilidad por cuanto la luna estaba en creciente. De repente se escucha por los altoparlantes, la comunicación del piloto quien había avistado una embarcación menor y todos pensaron que podrían ser pescadores al Sur de Margarita, excepto el controlador, quien vectorizó a la aeronave hacia el blanco, a manera de desechar la posibilidad de que sean traficantes o piratas, pero no, se volvió a escuchar la voz del piloto: “no se ve a nadie a bordo, estimando treinta segundos para estar en posición sobre ellos”

            El Capitán Alejandro Santos, ordenó poner rumbo hacia la embarcación para ahorrar tiempo de vuelo cuando el helicóptero terminara de investigar y se escuchó un tercer llamado, informando que les alumbraba con su fanal y había lo que parecían tres cadáveres, dos hombres y una mujer, tirados.

            Estable, sobre ellos en sopado, nuevamente el piloto: “uno de ellos acaba de levantar un brazo, al menos hay uno vivo y procedo a bajar a mi operador táctico”

            Efectivamente uno de los hombres y la mujer estaban aún vivos, pero muy débiles, producto de la deshidratación, el otro había fallecido lo que se presume unas seis horas antes.

            La Fragata ordenó preparar el quirófano y todos los enseres y aperos que el médico de a bordo necesitaría para prestar los primeros auxilios o para evacuarlos al hospital más cercano una vez que estuviesen estables. Se le ordenó al helicóptero volver a cubierta y reabastecerse de combustible, cambiar de tripulación y prepararse para una operación MEDEVAC (Medical evacuation)

            ¡No me traigan al muerto a bordo!, dijo Santos, el doctor que se vaya y evacue a los vivos, al hospital de tierra. Comuníquese con el Servicio de Guardacostas para que hagan el rescate del cadáver y la embarcación, nosotros nos quedaremos en alerta en el área.

            Los oficiales le veían con odio, por dar esa orden que a todas luces parecía inhumana, pero no. Luego en la reunión de oficiales pudo explicar que la experiencia vale más en la mar que un salvavidas.

            Todo salió como lo previó el Capitán Santos, los evacuados viven aún y al cadáver se le dio santa sepultura, evitando contaminaciones y las habladurías de los supersticiosos marineros.

            Esta es una historia de la vida real y los nombres han sido cambiados para proteger a sus protagonistas verdaderos.

            Los pescadores salieron tres días antes a probar su motor fuera de borda y a pocas yardas de la orilla les falló, no tenían agua, ni salvavidas, ni remos, ni comunicaciones, ni comida, ¡es que era solo un momentico! Dijeron cuando se les interrogó.

 

 

Bernardo Jurado, es escritor.

Su más reciente novela: VOLANDO EN EL ATAÚD,

de venta en Amazon y las más prestigiosas

Librerías de Miami

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