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Saturday, December 12, 2015

LA DUQUESA DE NAVARRA Y EL ESCRITOR


LA DUQUESA DE NAVARRA Y EL ESCRITOR

                He llegado a la fiesta al aire libre, donde reinaban unos diez grados centígrados que obligaba a todos a vestir bien, o al menos abrigado. Como siempre y como una visión selectiva, pude observar de primero el bar y sin cruzar palabra con nadie me aproximé a buscar un catalizador de temperatura que ayudara a mitigar los temblores próximos a la hipotermia. Ya sé que piensan que exagero, pero para un mulato tropical, como es mi caso,  ¡eso es mucho!

                Ella estaba allí, combinada perfectamente con una bella bufanda y un sombrero calado con algunos pines de los mas monos y me saludó y al minuto estábamos siendo dotados de un buen vino y ella lo tomo blanco y yo tinto. No esperé para invitarla a mi mesa, porque a esta edad ya no tengo tiempo que perder y menos con una bella dama y la conversación no se hizo esperar y poseíamos tantas cosas en común.

                Salió a Venezuela a los 22 años desde la Madre Patria a bordo de un barco italiano y allí conoció a quien sería su marido, quien venía a acompañado del que sería su cuñado y se casó y vivió en el Estado Bolívar donde prosperó hasta la muerte del caballero y llegó a las playas de Miami junto a sus hijos y es una gran dama de sociedad que viajó por el mundo y a quien evidentemente todos apreciaban y trataban con especial consideración en la cena. Sus cuentos eran todos llenos de un glamour especial y cargados de ese, ¡no sé qué! que me inspira, basados en diferentes y exclusivos bares, restaurantes mundanos europeos y yo embelesado con su conversación tan solo pensaba que había descubierto una veta de oro para escribir historias, hasta que se descubrió y me dijo: “esto que te voy a decir no puedes escribirlo” y yo sorprendido tan solo espeté: ¿y cómo sabes tú que yo soy escritor?, “pues hombre, porque te leo y te leeré” y reímos con la complicidad de un par de ladronzuelos de caminos.

                Ana María, mi lectora cómplice es de Navarra y allí en la ciudad de Pamplona a sus 17 cortos años perdió a su Padre quien murió un año después de un fuerte golpe, recibido por un toro en las fiestas de San Fermín que mi admirado Ernst Hemingway siempre documentaba y asistía como si se tratara de una profesión religiosa.

                Su cuñado volvió a Pamplona a buscar a su novia con quien se comunicaba a gritos de montaña a montaña, ella enviudó y se volvió a casar y allí, sentados los dos, bajo el ábside planetario de nuestro amor y de nuestro intercambio de corazones, allí, la muy cruel Duquesa de Navarra a quien estaba a punto de profesar mi amor por siempre, me interrumpió para decirme que estaba casada en segundas nupcias, con un fino señor de noventa y cuatro años y que yo era muy joven aun para sus ochenta y tres.

               

 

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