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Monday, March 9, 2020

ROPA VIEJA


ROPA VIEJA

            Hay cosas viejas que me gustan, como por ejemplo mis zapatos de correr que me los cambian bajo amenaza, mis camisas y short de navegación de los cuales tengo prohibición de usar en tierra, mi vieja gorra comprada en aquella tienda de bagatelas de Marco Island, si, son cosas viejas y prácticas que me hacen encontrarme con la verdadera vida fuera de la lámpara infame de los reflectores sociales.

            Resulta que caminaba por la calle del lujoso hotel que rentaron para nosotros en Puerto Rico. Realmente íbamos caminando con cierto cansancio después de todo un día de paseo, de encuentro con mi pasado marinero y Caribe, del oler los viejos tiempos en el Fuerte de San Gerónimo que tiene una importancia histórica y católica inconmensurable, por cuanto San Gerónimo es uno de los padres de la Iglesia católica que tradujo el pentateuco del hebreo al latín y el nuevo testamento del griego al mismo idioma.

            Pues bien, caminábamos y ya el hambre era notable, creo que se me notaba porque se me quedaban mirando y eran las cuatro de la tarde sin almuerzo y ¡sorpresa! Allí estaba “Ropa vieja, bar and grill”; sin mediar palabra pedí un vino tinto y Doris Alicia un Pinot Grillio, acto seguido una ropa vieja con arroz congrí y ella no recuerdo porque el hambre me nublaba, pero ¡que fuera rápido” o me iba al Mac Donald más cercano. El joven boricua, simpático como todos ellos sonrió y pude leerle en los ojos lo que pensaba: “que viejo más pendejo este”, pero cumplió.

            Mientras engullía la inmensa cantidad de comida, llegaron a la mesa contigua un par de especímenes pálidos, famélicos, vestidos cual raperos pobres y no pude evitar escuchar la conversación con el mismo mesero cuya cara ya era de molestia: “tantos tontos a la vez son muchos” y las larvas vecinas comenzaron diciendo lo siguiente: “somos vegetarianos y queremos comer arroz con habichuelas negras, pero que no hayan sido cocinadas con aceite de puerco, ¿las tendrán?”

            -No señor, contestó el camarero con amabilidad, todas llevan aceite de puerco, porque ¿sabe una cosa?, este es un restaurant de carnes, colombiano, puerto riqueño  y lleno de proteínas” y no pude menos que soltar una escandalosa carcajada de la cual me arrepentí más pronto que tarde, cuando ambos alámbricos muchachos me vieron con odio.

            -¿Entonces que me recomienda que pida?

            -Con toda seriedad señor, le recomiendo que pida un taxi, porque aquí casi todo hace daño.

            Y lo volví a hacer, volví a soltar otra carcajada, no obstante pidieron algo así como plátano salcochado, con arroz sin sal, agua sin hielo y yuca hervida y yo solamente pensaba en silencio que se tiene que ser bien pendejo para ir a un restaurant llamado “Ropa vieja” esa mágica mixtura de carme mechada con congrí y tajadas fritas e intentar comer vegetariano.

            Es como exigir en Burger King un pabellón criollo y de paso poner mala cara cuando te dicen que allí no lo venden.

            El mundo está lleno cicateros del pensamiento.

 Bernardo Jurado es escritor y director ejecutivo de "Jurado Grupo editorial"

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