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Saturday, April 21, 2018

DILE QUE NO ESTOY


DILE QUE NO ESTOY

            Si, te lo digo bajito para que no escuche: ¡dile que no estoy y que probablemente no venga más!

            -¿Y eso porque?

            -Porque es pavosa, mentirosa, nube negra, lastimosa, llorona, regañona, mal humorada y de paso cree que es un derecho adquirido que la quieran.

            -Bueno, ante esos epítetos, probablemente tengas razón, pero ahora yo tampoco quiero verla para decirle que no estás.

            El anterior diálogo, nunca ha existido, pero para las personas que me conocen, saben bien que con facilidad pasmosa puede existir, aunque estoy pensando que no le mandaría a decir que no estoy, sino que iría yo mismo a decirle que no estoy y así quedarían más claras las confusiones. Se los explico mejor: mi amiga me manda un escrito por las redes sociales que dice: “mucho cuidado con las mujeres que hace tiempo no tienen novio, imagínense las ganas de discutir que tienen” y al verlo, no pude menos que sentir lástima por las damas que infieren que discutiendo pueden lograr algo con un individuo desprendido, desapegado y amante de la soledad.

            No crean mis amigas (que son muchas y queridas), que tienen el derecho de joder, no y más no. Lo que tienen es el derecho y el deber de amar y ser amadas por un ser completo e irreprochable, porque Ustedes no son las auditoras de la conducta de sus hombres y me ha pasado y lo he hecho y lo volveré a hacer: después de la cena en casa, una encantadora y bien conversada cena, la luna llena y un “limonchelo” de pousse café, invité a mis comensales a bajar hasta la orilla de la mar y poder ver el plateado de la bahía y me serví otro trago y mi dama, bajito, me dijo: “yo no quiero que tomes más licor”. ¡Pueden imaginar lo que también bajito contesté!

            Mi amigo, el arquitecto, hombre preparado y con una capacidad artística inconmensurable, la conoce a ella, de origen nicaragüense y todo era amor, la llamadera, esperando el viernes y la pregunta: ¿cocinamos en tu casa o en la mía?

            Ese viernes después de besos telefónicos, el pasó por el automercado, compró todo lo que hacía falta para cocinar, más una botella de vino blanco, llegó a la casa de su dama y la consiguió en el sofá en actitud taciturna y por supuesto la pregunta no se hizo esperar: ¿Pasó algo? ¿Tienes algún problema?

            -Es que hace dos semanas me dijiste algo que me dolió mucho, le contestó al veterano de múltiples batallas, tratando de manipularle.

            Mi amigo cuenta, que en ese momento, soltó las bolsas de la comida que cayeron al piso, la botella se rompió y él dio media vuelta y jamás la ha visto otra vez y ¡le doy toda la razón!

            Díganle a ellas, si, a esas que obedecen a esas absurdas maneras, que ¡no estoy y no estaré!, porque lo que quiero son risas, abrazos, conversaciones, sexo, cariño, comer rico y crecer, disfrutar y viajar en mi mente. Las demás, absténganse de hacer sus pedidos.

 

           

 

 

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