ACABANDO LA
HISTORIA
Si,
como hombre maduro y escritor, he llegado a la conclusión de que toda historia
se acaba y con finales inesperados.
La
muerte ronda mi generación y las generaciones de los que me antecedieron, ya en
la frontera norte de la cincuentena, cualquier cosa puede pasar, o viene
pasando desde hace tiempo, por los estilos de vida que hemos tenido normalmente
producto de la sociedad, de la vida citadina y de la rapidez.
La
alta presión arterial, diabetes, dolor en las rodillas y la muy silente
hiperplasia prostática son endemias propias de mis amigos y seguramente me
encuentro en la lista, en la fila, en la cola, para cuando me toque a mí,
aunque hago desde hace décadas todo lo que la medicina alopática manda para
evitarla o al menos retardarla.
Cuando
comienzo a escribir una historia, me subyuga el hecho de no saber dónde y
cuándo terminará. Me enamora el inesperado desenlace de los personajes que
nacen en mi mente, crecen, se desarrollan, otros mueren o los mato yo, pero
todos se juntan para aplaudir el final feliz donde mis lectores construyen una
sonrisa.
Bajé
a la cafetería de mi edificio hoy en la mañana y el dependiente me preguntó por
Cecilia Valdés. Ya hace tiempo le había dicho que la leía y escuchaba en un
audiolibro. Una novela del siglo antepasado de excepcional métrica y de hilada
historia, llena de la mojigatería de la época, de esa época donde los hijos
naturales eran tratados como no natos, como si ellos fueran los culpables de
las tropelías de sus padres españoles con nativas cubanas y mientras lo
preparaba –el café-, me preguntó por mis escritos y le hablé de mi más reciente
novela –Volando en el ataúd- esa historia de la vida real, llena de dolores y
miedos del piloto del Messerchmitt en Aalborg, Dinamarca y le dije de Birkelse,
de la abadía, del museo y del castillo, de los cementerios vikingos, de la
nieve y su frecuencia, de la casa y el granero y los pinos cercanos, ¡le hablé
con detalles de un sitio donde nunca he estado!
Él,
recostado al mostrador me miraba como bien hace cuando ve novelas en la
televisión, (siempre está viendo novelas) y de repente, la inesperada pregunta:
¿y cómo acaba la historia?
La
vida me ha enseñado que no debo apurarme, porque así yo empuje al río, el irá
siempre, a la misma velocidad. Me quedé pensando en la pregunta, si,
ciertamente, ¿y cómo acaba la historia? Y la historia no ha acabado aun, aunque
lo hará.
La
naturaleza humana no permite que acabe, sino que se reinvente y se plieguen las
historias de la vida, junto con las de la muerte. Lo importante es no detenerse
y seguir caminando a un paso amable para poder llegar más tiempo en esta
carrera de distancia más no de rapidez. Poder ver las flores, sentir la energía
calórica del sol y entender que pendemos de un pescante que pronto nos bajará
al contacto con la eternidad de la mar.
Not yet, that’s right
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