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Monday, May 8, 2017

EL FUTURO DE MADURO


            EL FUTURO DE MADURO

            Llegué a mi bordo a remos. Mis zapatos de lona estaban mojados con el  remanente de la lluvia de ayer, pero le amarré a popa y me descalcé, para no ensuciar la blanca cubierta. El viento venía del Este y chequee las guayas y tensores, esa vieja costumbre de anteponer a cualquier maniobra las normas de seguridad, las carga de las baterías, las luces de navegación, las bombonas de gas y el tanque de combustible, agua y mar.

            Eran las dos de la tarde y anoté en mi diario la hora del zarpe. Prendí el motor que tronó perfectamente y le dejé en neutro mientras me iba a la proa, porque estaba amarrado a la boya y solté amarras no sin antes darle un cuarto al foque, a manera de recibir la ayuda divina del viento.

            Al desamarrar nos separamos al instante lo que yo calculo unos tres metros del punto de fondeo y corrí a popa, puse en mínimo la máquina y pasé por mi estribor al velero hundido en la pequeña isla que antes tenía al frente y comencé a sortear las curvas del estrecho y peligroso canal, aunque tenía una pleamar de dos y medio pies. Ya en la última caída a estribor, frente a la boca de salida de la piquera, me conseguí con un monstruo cuyo precio no debe bajar de veinte millones de dólares americanos. Era un inmenso y límpido yate que bajó su velocidad para hacerme más amable mi paso, pero con todo y eso mi marinero bordo acusó el castigo de las olas de su estela y el agua me empapó como bienvenida a una gran noche de estrellas. Di todo el foque al viento y me dispuse a izar la mayor, tomé mi posición visual con respecto al faro y estaba en la ya abierta bahía.

            El barco escoró a estribor porque yo navegaba con rumbo Sur-Este y las velas se inflamaron de la fuerza de Eolo y por mi proa ya no tenía tierra, ¡era libre absolutamente!

Unos siete respetables nudos de velocidad nivelada, me hacían sentir el dueño absoluto de la mar y mi destino y salió la luna estando aun claro, con sus cachos hacia el oriente, lo que me indicaba que estaba en cuarto creciente e hice mi amarra del timón a la mayor, ese viejo truco de tener un piloto automático de un costo de tres dólares, que solo saben los veleristas y pasé al interno a montar un café que me acompañara.

Al salir, taza en mano, el sol se ponía y todo era paz, estaba al instante en lo que se llama el ocaso civil que es cuando el sol aun alumbra y está a unos seis grados por debajo del horizonte y salieron las estrellas y el ocaso paso a ser náutico o sea a dieciocho grados por debajo y fui mi dueño absoluto, era el único barco navegando en la Bahía de Biscaine.

El futuro de Maduro se parece a lo descrito, me explico: mucha luz a las dos de la tarde y luego el ocaso en que se ha convertido su vida y su gestión, con la diferencia que él no sabe hacia dónde navega y con seguridad encontrará rocas que le romperán la vida en pedazos.

1 comment:

  1. Tan sencillo mi sentir que espero me entiendas, o que me explique bien: me transporte y me senti Bernardo Jr en ese zarpe, la unica diferencia que yo usaba calzado antirresbalante, esos que llaman escarpines de playa, comprados en West Marine, y no me imptab que se mojaran, porque son dieñados para eso y se secan rapido, con lo que no hubiera mojado el inertno de a bordo al ir a calentar o prepara el cafe, la proxima vez, yo que tu me llevo un termo, y algo mas para un carajillo al estar ya en mar abierto o bahia abierta...rumbo SE...+/- 135...saludos y cuidate, me alegraste la sobremesa...sobre toda el THE END del relato

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