SANTA MARÍA
DEL MAR
Buscando
a pie, la casa de Ernest Hemingway y esperando conseguir en el camino, todo un
collar de bares de mala muerte donde pudiera mitigar la sed del verano en los
cayos de la Florida, debo decirles que se aproximaba el medio día y de repente
me la conseguí erguida y altanera, no era algo normal para el lugar, era
imponente y no aguanté las ganas de conocerla.
Los
cayos de la Florida han sido escenario de infames huracanes que la han azotado
de la manera más cruel como la naturaleza pueda vengarse. Al ser tan bajos y
tan escasos sus territorios, los vientos hacen desastres y por décadas han sido
la tumba de muchos pescadores y moradores de esas bellas rocas.
Una
basílica es una iglesia católica que posee algunas características importantes
para recibir ese honorable título. En el Vaticano tan solo existen trece, de
las cuales la más famosa es la de San Pedro y aquí, en los cayos me he
encontrado con la “Basílica de Santa
María del Mar” y es que no puede ser de otra manera, porque nosotros los marineros
somos los más creyentes humanos sobre la faz de la tierra, o mejor dicho, sobre
la superficie de la mar y ¿saben porque? Porque allí, en la mar, no tenemos
otra opción que no sea establecer la comparación de las inmensidades y de las furias
de las tempestades, con nuestra propia insignificancia… ¡esa es la verdadera razón!
Es
sencilla, impecable y era domingo y todos los feligreses estaban trajeados para
una gran ocasión excepto yo, con pantalones cortos y una gorra de mar y sentí vergüenza
de la diferencia, hasta que entré a comprender, como me suele suceder, que me
importaban un comino los demás y que la fría cerveza pendiente solo podría
retardarla un evento como el de conocer esta basílica en estas islas en alguna
parte del Océano, estas islas llenas de turistas borrachos, de pescadores
borrachos, de marineros borrachos y de feligreses bien vestidos.
Los
vientos de la mar ya traen olas a la isla, a esta otra isla donde vivo. El
cielo de hoy cerrado, el de mañana también y hasta el lunes al mediodía cuando
llegue el huracán que me obligará por mandato de Dios a entregarme a la lectura
por unas veinticuatro horas al menos hasta que Eolo se apacigüe.
Los
cayos también se verán afectados y la Santa María del Mar, tendrá mucho trabajo
atendiendo las súplicas de sus moradores, quienes le rogarán por sus vidas,
mientras yo recordaré a Hemingway quien seguramente se emborracharía para pasar
mejor el temporal.
Será
una buena oportunidad este huracán Erika, para que los ateos dejen de serlo,
mientras la furia de la naturaleza comandada por Dios, les hace saber hasta la
saciedad, de su presencia y también de sus designios.
Las
olas de los vientos se aproximan y traen con ellos grises situaciones, mientras
todos pedimos la intersección ante el todopoderoso de la Madre en la advocación
de la Santa María del Mar.
que santa marìa los proteja---
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