UN CADAVER EN LA MAR
Llegué
a mi bordo fondeado amablemente en las afueras de la tranquila marina en
Coconut Grove. Solo me separan de ella un par de millas desde mi nueva casa,
pero al llegar pedí el apoyo del servicio para los fondeados que es más barato
y menos exigente.
Tiré
con cuidado la talega que me habían preparado con ropa de navegación, comida,
agua en botellas y en la mano llevaba el termo de café.
Usando
el viejo truco, halaba por la roda el cabo del ancla y esperaba, halaba y
esperaba hasta llegar a la boya de amarre que me hacía firme y la aseguré bien
corta para encender mi máquina.
Largué
y dejé que amablemente se alejara mientras iba a popa a hacerme cargo. Puse mínimo
avante, timón tres cuartos a babor y fui corrigiendo la salida, entre otros
veleros hasta tener suficiente agua para izar la mayor proa al viento para mas
facilidad y luego trasluché para permitirle se inflamara. No les canso mas con
la rutinaria maniobra, porque pude salir con rumbo sursureste, aprovechando un
amable viento del este de unos doce nudos y allí decidí izar el foque, ya
bastaba de tanta maniobra y trabajo y mantuve el rumbo al 150 grados magnético.
Me fui
al interno a tomar un poco de calor, porque en esta época, hablamos a esa hora,
de unos cincuenta y nueve grados Fahrenheit, que para un negro como yo,
acostumbrado al vietnamita clima miamense es muy bajo y me serví mi café humeante
sin azúcar.
Esperaba
ver el faro que, ¿Qué mas da? Sabía donde estaba y la idea es alejarme lo mas
posible de Miami hasta no verla, de manera que mantendría este rumbo hasta
estar a unas trece millas de tierra firme en un ángulo abriéndome, sin mayor
escora y capeando la ola amurada por mi babor.
Bella
la mañana, sin nubes, con un brillante sol de invierno si es que acaso es esto
un invierno y me acurruqué con un par de cojines en popa cuando aseguré la caña
del timón con ese amarre con la liga quirúrgica que compré en la farmacia, es
el mas barato y eficiente piloto automático para un velero navegando en
solitario.
Tomé
la novela que leo: ‘’El último viaje de la Baquedano’’, una bella historia de
un velero chileno por la Patagonia y me sumergí entre el ruido del aparejo y
las líneas del libro, pero al rato hubo algo que me obligó a levantar y revisar
el horizonte y lo vi.
No
tenía duda de que era otro manatí muerto por el choque con alguna embarcación rápida
y me le acerqué, para descubrir que era el cadáver de un hombre semidesnudo, mostrando
su espalda gris, hinchado y mutilado por días en la mar.
Solo
el comunismo es capaz de hacer que las personas prefieran arriesgar todo en la
mar que seguir muriendo lentamente en su ineficiencia. Infiero que el estrecho
de la Florida, entre Cuba y Miami es un sembradío inmenso de osamentas.
PD: es esta una historia de ficción,
basada en hechos reales.
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