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Sunday, January 5, 2020

UNA OVEJA NEGRA






            Si hay ovejas negras, refiriéndose la analogía a aquellos individuos de muchos problemas, aquellos de conducta irregular, de protervo lenguaje y comportamientos sociales díscolos, fuera de todo lugar y decencia, pues entonces deberíamos llamar “ovejas blancas” a personas como mi amigo Wolfgang Ruiz. Nadie sabe porque le han adjudicado el muy feo y poco elegante sobrenombre del “Bichito”, en referencia a que un bichito es el diminutivo de bicho que de acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, lo define de la siguiente manera que al menos podría asegurar que nada tiene que ver con Wolfgang, allí vamos: “Animal pequeño, especialmente un insecto”, pues les informo que mi amigo es más alto que yo, de manera que no es tan pequeño y mucho menos insecto. Otra definición sería la siguiente: “Persona aviesa, de malas intenciones”, pues yo he conocido a personas muy buenas, pero punteando la lista se encuentra Wolfgang. Es amable, educado, silencioso, prudente.

            Todo lo anterior, me hace concluir algunas cosas que debemos revisar con respecto a la reunión de anoche: cumplía años mi primo François Capecchi y llegamos la familia, los amigos, todos alegres, su esposa Ainat, como siempre servicial, atenta, sonriente, bella y yo me serví un buen vino tinto, también como familia, pude atender a uno que a otro invitado y de repente mi primo, en presencia de mi amigo de la infancia Ignacio, me da la buena nueva de que se aproximaba a la reunión el “Bichito”. Todo se transformó en sonrisas, alegrías, la ecotimia positiva se exponenció, pensé que alguien tiraría al espacio algunos fuegos artificiales para conmemorar no ya el cumpleaños de François, si no que vendría el bichito y mi Mamá que me acompañaba, me llamó aparte para preguntarme quien era el personaje que procuraba tal algarabía y contento.

            Al poco rato apareció Wolfgang, vestido de azul marino, bien arreglado y al aparecer todos gritaron como si hubiesen visto a Donald Trump.

            Personas que no le conocían, quedaron un poco defraudadas, porque que el tal señor bichito no era un escandaloso, como se lo habían imaginado, al contrario, apareció como es él, parco, se acercó a cada cual, tendió la mano con amabilidad y tan solo dijo su nombre.

            Arturo, nuestro amigo, corrió raudo a servir un escoces de la preferencia del Bichito. Mamá no entendía porque tanta deferencia con ese señor y yo que le aprecio y quiero, me temo que tampoco lo entiendo, pero es que teníamos años sin verle, se ausentó intempestivamente de toda reunión social, le buscamos hasta en los templos budistas y con cierto dolor hemos concluido que si es una oveja negra pero de otro tono de negro, inferimos que en algo andaba y que la fortuna, ¡la buena fortuna!, le ha traído de nuevo a sus amigos.

            Me temo que anoche no celebramos el cumpleaños de François, sino la llegada del Bichito.

            ¡Welcome again, our dear friend!

           
 


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