LOS OJOS DE LA MALDAD

LOS OJOS DE LA MALDAD

            Por muchos años navegamos por allí, en diferentes buques y con diferentes tripulaciones. Es la tobera natural de esa corriente que viene del Este hacia el Oeste y que por geográfica circunstancia, toma velocidad al pasar entre las Islas de Curazao, Aruba y Venezuela.

            La mar se pica, el oleaje se intensifica, la cercanía a tierra, hace aún más peligrosa la navegación y nadie puede dormir durante este paso, por lo menos en los buques de porte menor. Todo se revuelve, inclusive los estómagos y el vómito queda en cubierta como prueba fiel de lo que digo, pero no deja de ser interesante. Considero que aquel marinero que no haya pasado al sur de Curazao y Aruba, pues solo ha escuchado la mitad del sonido y del mensaje del mar, porque es intimidante y también temible, pero siempre pasábamos obedeciendo la malcriadez y los trompicones de Neptuno en esa latitud.

            En la Europa de post guerra, los italianos, españoles y portugueses, hablaban en sus pueblos de Venezuela, imaginando el verde paisaje que tal vez consiguió a Cristóbal Colon. Aquellos quienes tenían familiares que ya habían huido a América, enviaban por correo, la aventura de un sitio donde estaba todo por hacer y aunque tenían razón, eso ahondaba aún más, la ignorancia y aumentaba el imaginario colectivo Ibérico, lusitano e italiano, que venían de sufrir una catástrofe de magnitudes bíblicas, con las locuras de Hitler, Mussolini y la pusilánime posición francesa, en fin, sus países, sus morales, sus estómagos, sus familias, sus casas, sus futuros estaban destruidos y algunos maduros, sabían que no tendrían tiempo biológico de poder ver la reconstrucción, porque el daño era muy profundo.

            Ante lo predicho emigraban a la sucursal italiana en Buenos Aires, en Argentina, donde me faltó agregar que también se hospedaron de manera permanente muchos alemanes criminales. Fueron otros al bello Uruguay, al Paraguay, Ecuador, Perú, Chile y Venezuela y en lo personal debo decirles que nadie se salva de esa bendición. No hay venezolano citadino, cuyo apellido no tenga una mezcla. En mi caso personal, infiero que andaluz y corso y todos prosperaron, todos llegaron a Venezuela a comerse el mundo y lo hicieron varias veces, porque todo estaba por hacer y además había democracia, comida, emergían grandes escritores, artistas, la educación de los niños era gratis, ¡imagínense que ganga! Y llegaban por oleadas a construir su nuevo país donde se hicieron millonarios y olvidaron la guerra y trabajaron hasta sangrar y les admiramos y me temo que lo seguimos haciendo.

            La necesidad, la persecución, el hambre, el miedo y la inmadurez, son cosas muy serias y por ello, el humano emigra, para ser en otro lugar el portugués, italiano o español humilde que llegó a Venezuela a mitad de los cuarenta.

            Una veintena de jóvenes venezolanos, han tomado la fatal decisión de huir hacia Curazao  a buscar futuro y su embarcación (vaya usted a saber las circunstancias de operatividad de la lancha) ha zozobrado en las aguas infernales y hasta hoy se han conseguido cuatro cadáveres tirados en la playa. Esto ha sido peor que la Guerra Mundial, porque jamás habíamos visto tan cerca a los ojos de la maldad.