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Wednesday, January 3, 2018

ANTÍDOTO PARA EL VACÍO


ANTÍDOTO PARA EL VACÍO

            ¿Y porque estas triste?, le pregunté a una atribulada y evidentemente taciturna amiga.

            Estoy triste porque no sé, no tengo motivo para estarlo, pero ¡estoy triste!

            Íbamos en mi carro, porque me acompañaba al odontólogo y en la antesala estaban cuatro personas. La dependiente me atendió con la sonrisa y la calidez de siempre y me dijo: “Mi Papá leyó su libro, que bueno que vino porque pude decírselo, además le gustó” y yo tan solo le respondí: lamento su mal gusto; y ambos reímos, inclusive mi triste amiga y las personas de la recepción.

            Me senté al lado de una venerable anciana, que me miraba expectante, hasta que le dije: si señora, soy escritor, ¡nadie es perfecto!; y volvieron a reír.

            Silencio, todos metidos dentro de sus teléfonos y yo con mi libro de turno en las manos y se me ocurrió preguntar a un par de jóvenes que estaban allí con su madre: ¿Por qué todos cuando venimos al odontólogo ponemos cara de miedo, como si no fuéramos a salir nunca de aquí? Y la dama mayor me repreguntó: ¿y Usted tiene miedo?, pues claro, -le contesté absolutamente serio-,  le tengo miedo a casi cualquier cosa después de haberme casado y todos volvieron a reír.

            Bernardo, se escuchó, puede pasar.

            Al entrar, Belkis, la higienista, con un tapa bocas como si me fueran a operar del cerebro, me informó que había visto la entrevista sobre el submarino argentino y sin esperar respuesta, la entrevista de la presentación de mi más reciente libro, me preguntó que como estaba Camilo Egaña (conociendo de nuestra amistad), que parece que María Elvira salió del aire y yo expectante me di cuenta que sabía más que yo de mi propia vida y se lo dije y volvimos a reír.

            Cuando salí al exilio, hace más tiempo del que recuerdo, mi Padre me repetía en aquellos aciagos y turbios tiempos: “Ríe y el mundo reirá contigo, llora y llorarás solo” y creo haberle hecho caso al respecto, porque la queja nada construye, al contrario, logra opacar tu dialogo interior y nunca jamás sabrás porque no estas contento, pero te lo estoy diciendo, aunque por ahora no lo comprendas.

            La llave se perdió, una llave importante de una propiedad y la busqué, por todos los lados posibles, ¡pero es que estaba y ha estado en la biblioteca siempre!, mi hijo me ayudó a voltear el apartamento hasta que dije: ¡hey, estoy actuando en contra de lo que creo, esto me está estresando mucho! ¿Sabes qué? Dejémosle este trabajo a San Antonio de Padua, él sabe lo que tiene que hacer y para variar, ambos reímos, porque “lo verás cuando lo creas y no antes”

            Esta noche al llegar a casa, me paré frente a la biblioteca y algo me indujo a tomar esa bella novela (ya leída, hace tiempo) titulada “Otra vez adiós”, de mi admirado amigo Carlos Alberto Montaner y al sacarla de la estantería, cayó al piso la llave y tan solo se me ocurrió decir el nombre del Santo.

            Cree y ríe, ese es el más certero antídoto para el vacío.

           

 

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