HABLÉ CON HEMINGWAY
Llegué al
estudio del escritor, estaba solo, la humedad agresiva pero no estaba caliente
el ambiente. Vi aquella poltrona fea y pensé en cuantas cosas se habían
inventado en ese sitio. Miré a todos lados y volví a mirar el cartelón que
decía en inglés: “no sentarse”, pero lo hice, esperaba que algo de su buen
pensar y de su cultura se me pegara osmóticamente por mi piel, esa sensación de
tocar lo tocado.
Cerré
los ojos y pensé en la suerte de Gabriel García Márquez cuando se lo consiguió
en el Boulevard de Saint Michael en París en la primavera de 1957 y caminaba
con su viejo jean, una camisa de cuadros escoceses y gorra de pelotero en
sentido al jardín de Luxemburgo y tan solo tenía 59 años y faltaba poco para su
impensable muerte y estaba comprando libros usados que seguramente yacían aquí en su estudio donde estaba cómodamente
recostado en su butaca de pensar, porque creo que el pensamiento no viene en
todos los sitios.
El
Gabo escribió en el prólogo que hizo de su libro “Cuentos” algo que me encantó:”…como
Tarzán en la selva y grité de una acera a otra: ¡Maeeeestro! Ernest Hemingway
comprendió que no podía haber otro maestro entre la muchedumbre de estudiantes
y se volvió con la mano en alto, y me gritó en castellano con una voz un tanto
pueril: ¡Adioooós, amigo! Fue la única vez que lo vi.
¡Hola
amigo! Escuché
Le
vi sentado en su mesa redonda, frente a la vieja máquina de escribir sueños y
me preguntó: ¿entonces eres escritor? Y conteste: nunca se termina de serlo
maestro.
En
eso tienes razón.
Le
dije, le he leído, todo lo que ha escrito y si Sigmund Freud no está equivocado
creo que sintió miedo cuando se encontró con aquel león en el safari en África
y que de alguna manera Usted era Macomber y que también conoció a Wilson en su
cuento “La breve vida feliz de Francis Macomber” los escritores escribimos
historias propias con otros nombres. También le creo que vio las nieves del Kilimanjaro
mientras volaba buscando historias y que se cayó dos veces en aviones
diferentes sobreviviendo milagrosamente. Estoy seguro que el Capitán Fuentes,
aquel viejo amigo que maniobraba su barco de pesca en Cojimar es el
protagonista de “El viejo y el mar”.
Apartó
la máquina de escribir y se tocó la canosa barba.
Me
contestó: seguramente sea así, pero bien sabes que se debe tener una doble vida
para escribir, una vida llena de historias inentendibles que las ponemos en el
código correcto para que los mortales puedan entenderla.
Maestro,
pregunté: ¿Por qué se quitó la vida?
El
tour de turistas se acercaba al estudio, se escuchaban las voces y abrí los
ojos, me paré de la poltrona ipsofacto y tomé mi cámara fotográfica. Llegaron y
el encargado del tour me preguntó: ¿Usted ha tocado algo en el estudio? Y le
respondí negativamente y me volvió a preguntar: ¿y porque la máquina de
escribir está fuera de su sitio? ¡Y allí
me di cuenta que había hablado con Hemingway!
Me recuerdas a tu padre, en su libro Visión Autoscòpica en el Panteón Nacional. Por cierto, anoche vi la pelicula EL VIEJO Y EL MAR, por TCM. Te recuerdo el episodio del libro EL NAVEGANTE, de Morris West, donde el viejo le transmite al joven los secretos de la mar y de la vida y la muerte y el rumbo de ese cementerio mágico donde los polinesios enrumban sus canoas y se dirigen a morir, y lo hizo con sólo tocar ambos la piedra al mismo tiempo, como en un manà de sabiduría transmitida en efluvios magnéticos, sin palabras. Asì es que, no me extraña que tu maestro te haya llegado en éteres y te haya puesto a escribir de su pluma, o en su maquina. Un desdoblamiento o vision autoscopica rediviva.
ReplyDeleteEstimado y dilecto amigo te felicito, al igual que que el CN Eddy Barrios, tus escritos me recuerdan esas singladuras en las aulas con tu papá, quien trataba que aprendiéramos el arte de la oratoria y para ello usaba aquellas verosímiles, fantásticas y estimulantes anécdotas cargadas de mar y picardía, que ponían a volar la imaginación de sus nóveles discípulos.
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