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Friday, November 28, 2014

UN MANATI TE SALUDA

Sudando copiosamente, paradójicamente la brisa fría cortaba la piel y el sol quemaba, lo que hacía toda una extraña mezcla que violaba la física. Infiero que ya estaba por mi segunda milla corriendo sin que nadie me persiguiera, pero para este ejercicio de escribir, con frecuencia debemos huir y salí de la Isla, pasé el puente que nos separa de tierra firme y tomé el sur bordeando el malecón, hasta llegar a la entrada de Key Biscaine y decidí devolverme junto a la idea que vino a la mente y corrí con mayor fuerza para evitar que el tiempo borrara lo pensado. De repente y con estruendo, las aguas a mi derecha se revolvieron de manera poco usual, porque en esa mañana había una alta presión atmosférica que la hacía parecer aceite. Me detuve ipsofacto seguro de que era un monstruo marino, pero la experiencia me dice que en ese sitio la profundidad es muy escasa, me quedé esperándolo para tomarle una fotografía y como si supiera decidió ocultarse y las aguas se volvieron a tranquilizar. Seguí mi carrera y no había recorrido cincuenta metros cuando lo pude ver. Salió imponente, creo que me observaba, era una suerte de elefante con una inmensa aleta que le propulsaba como a un submarino. Por supuesto me detuve y el –el manatí- también lo hizo y se sumergió y nuestros encuentros se prolongaron y repitieron al menos seis veces mas y me siguió hasta la isla, como un ángel de buen augurio. En la vida podemos dejar pasar encuentros extraños como este. La rapidez con la que vivimos y con la que nos exigen que la vivamos así lo obligan, a menos que nos detengamos sin interesarnos lo que los demás piensen y oleremos con mayor intensidad la sutileza de las flores, veremos la policromía de la naturaleza y el resplandor del sol sobre la mar, oiremos lo que otros no pueden y saborearemos el salobre aire, mientras convencidos de ser los escogidos de Dios, saludamos al manatí que nadie ha visto y que ha venido en mi caso a recordarme que poco a poco llegaremos mas lejos y con mayor seguridad. Una vez una persona cercana que conoce mi hábito de orar el salterio angélico me preguntó ¿Por qué oras tanto, que te da eso? Y mi respuesta, aprendida de otros mas expertos que yo en lidiar con tontos, no se hizo esperar. El rezar no me da nada; (y él sonrió triunfante), lo que hace es quitarme; (Y él no ocultó su agrado a mi tonta actitud de ser devoto); el rezar mi estimado amigo ateo me quita ira, envidia, gula, tentaciones indeseadas y también me quita stress, me quita desequilibrios, me quita de la absurda actitud de la sociedad toda y me saca de ella por momentos para reabastecerme de paciencia y sabiduría, de sosiego y de paz, para entender que hay lambareros menos piadosos que creen que vivirán por siempre y nunca envejecerán, que creen que todo se lo merecen y que pueden burlarse de la divinidad. El manatí me saludó y mi espíritu entendió la grandeza de su humildad.

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