UN VÍNCULO SECRETO
Si alguien tiene dudas de mi cordura, pues tiene razón,
porque a mis doce, trece hasta los diecisiete que entré a la Escuela Naval, prefería
irme a bordo de los buques donde servía mi padre, conseguía en ellos una extraña
diversión, preguntaba, hablaba con los jefes, trataba de entrenarme en
cualquier cosa, mi objetivo estaba claro desde mi primera infancia: convertirme
en un oficial de la Marina de Guerra y de operaciones navales, comandante, no quería nada
más, estaba enfocado absolutamente.
En
esas vacaciones, me fui con papá a su bordo, donde era el segundo comandante del
buque insignia, de nombre "Nueva Esparta". Era una belleza, de construcción británica,
imponente, gigantesco, glamuroso de grandes cánones. Su cámara de oficiales tenía
una inmensa mesa rectangular para todos los comensales, en fin, aunque nunca navegué
en él, pasé meses, sumando los días cada vez que podía y me sentía, que digo me sentía, me siento con
un vínculo secreto con ese buque.
Un
buen día, papá me informa que tengo un almuerzo a solas con el comandante, que puliera
mis zapatos, que planchara mi ropa, que debía ir impecable, que mi comportamiento
debía ser el de un caballero etc., etc.
Yo
guardé silencio, porque para mis efectos infantiles, ir a bordo significaba soñar,
era como estar en Disney World, pero en el mío, el que me pertenecía, entraba a
los locales, iba al CIC (centro de información y combate), el puente, las
centrales de tiro, en fin.
-Papá, la verdad es que yo no quiero almorzar con ese señor, ¿tú crees que le puedas decir que no?
-Si
tu quieres ser oficial naval, debes entender cuando una invitación es una orden
y esta es una.
-Entendido
papá.
Me conseguí
con el comandante, era yo un zagaletón y este, era un venerable señor como de
cuarenta, uniformado de blanco. Me abrió la puerta de su cámara cuando toqué con timidez y me conseguí una inmensa sonrisa de bienvenida, fue sumamente amable
y caballeresco y hablamos de la carrera, me aconsejó y todo fue muy divertido.
Se llamaba Justo Pastor Fernández Márquez y me dijo que le llamara Justo
Pastor, que le tuteara, pero ese fue un almuerzo bajo amenaza y ni siquiera
pasó por mi mente hacerlo, le llamaba "comandante usted" y así quedamos.
Un
buen día, en otro viaje al "Nueva Esparta", me conseguí a otro muchacho en la cámara
de oficiales y su historia era muy similar, me dijo al rompe y sin un ápice de
duda que sería oficial naval y que se llamaba Rommel, era el hijo del comandante, y confieso que no le paré mucho y en 1979, en mi periodo de aspirante en la Escuela Naval, me mandó a llamar un Brigadier Primero.
-¿Bernardo
te acuerdas de mí?
-No
mi Brigadier Primero.
-Yo
soy Rommel y nos conocimos a bordo del "Nueva Esparta". Cuando yo sea comandante
de una fragata, tú serás mi segundo.
Como
es de esperar, dudé de la cordura de ese Brigadier, pero lo que digas lo convertirás,
fui su segundo a bordo de la Fragata Brion F-22, la cual me la entregó dos meses después en esta suerte de vinculo
secreto.
Muchas gracias Bernardo, amigo.
ReplyDeleteAl leer tu escrito desfilaron innumerables memorias agradables por mi mente que encierran dos generaciones de hombres de mar.
No existen las casualidades, sino las causalidades.
Logramos lo que nos propusimos de niños, oficiales navales y Comandante de buques de la Armada, pasamos de lo táctico a lo operacional y llegamos a lo estratégico.
Orgullosos de nuestros padres, Señores Oficiales Navales, por sus hazañas y virtudes.
El guardia de pito no ha tocado el fin de rol de maniobras todavía nos faltan algunas millas que recorrer.
Saludos
Rommel Fernández