COLOREANDO
MELODÍAS
Su hermana consiguió todas sus
cosas tiradas en la puerta de su casa abierta. Alarmada la buscó y la consiguió
en el lavabo, moribunda.
El tumor cerebral, quien venía
creciendo en silencio, como lo hacen los ladrones, los pillos sin alma, había
hecho su entrada triunfal a la vida, para traer la muerte de la peor manera.
Ella sintió, cuando llegó a la
puerta de la casa, que algo o alguien la había tomado del brazo con fuerza
demoledora y la halaron hacia adentro, mientras ella rogaba por su vida, porque
sus hijas aun la necesitaban. Curioso esto, porque no pensó en nadie más, sino
en sus hijas. Más allá de su propia vida eran ellas su prioridad. Ya nada
importaba para Lyliana Mungarrieta, ya nada, ni lo bueno ni lo malo, solo sus
hijas y el resquicio de vida por el que aun podía rogar. Su vida sufrió una aceleración
más allá de la velocidad del sonido, todo pasó por su mente en segundos: años
de vivir, años de amar, años de trabajo, todo, con una velocidad por decir lo
menos, meteórica.
La cirugía fue todo un éxito; y con
ella, con la extirpación del maligno tumor, también le fue extirpado esa parte
lúdica y absurda que todos tenemos pensando que jamás moriremos, coleccionando
falsedades, guardando cosas para cuando sea el mejor momento, esperando la
circunstancia, el día, el mes o el año apropiados para usar lo que no se
llevará, lo que nadie se llevará a la insalvable tumba.
Los ángeles están por doquier y la
visitó ese querido amigo que como ángel no tendrá nombre en estas letras, para
decirle que había llegado la hora para que se conectara al fin de cuentas con
lo que ella era: una artista, que comenzara a vivir con la intensidad de lo que
la conmovía, con la inspiración que la movía, que ¡comenzara de vivir!
Tenía un proyecto, uno muy bueno,
pero que esperaba ese mejor momento absurdo, un disco para ese segmento social
un poco descuidado después de la invención del Viagra, me refiero a los niños.
Ya se habían grabado dos canciones y después del encuentro con el ángel, después
de haber estado en las puertas del infinito, después de haberle sido regalada
la gracia de un par de segundos más de vida, tomó el teléfono y llamó a la muy afamada compositora y
cantante Lucía Montanari y a Eduardo Sanoja. Grabaron el disco, que ya se
encuentra en el mercado, compitiendo por cierto, en un premio internacional y
ya COLOREANDO MELODÍAS, es una realidad, una buena y sentida realidad que
modificará por siempre el mercado musical del planeta.
Coloreando melodías, es producto
de la amalgama encantadora de sabernos falibles, es el resultado de entender
que no hay un después para los proyectos que nos impulsan, es el sentir más
sublime de esa persona que estuvo en el postigo de la muerte y que volvió para
que entendamos que son los niños la esperanza y su música la que adorna los sueños.
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