ERA LA RUEDA DE UN CAÑÓN
En la
bella casa, cuyo dueño la llamaba "FEA", entrando, me temo que a mano
izquierda, había una rueda que parecía de una carreta de vaqueros del oeste
norteamericano, pero no, nunca fue así, porque era mejor, de más abolengo y de
infinita historia, por cuanto era de un cañón de guerra del Fortín Solano, en
el Puerto Cabello de mi infancia.
Con seguridad era antes de los setenta, todavía olíamos a Greenwich - Inglaterra, donde mi padre había estudiado un par de postgrados y los intelectuales, como los bebedores, los lectores y juglares, los chistosos e inteligentes se reconocen, se buscan en secreto hasta encontrarse y llegamos a la quinta FEA de los Páez en un sitio porteño llamado Tejerías.
La ecotimia positiva de nuestras reuniones, me hacían admirarlos a todos por igual, la conversaciones llenas de sapiencia, de palabras nuevas para mi, de libros desconocidos leídos por ellos, de ciudades que aun a mi avanzada edad no conozco y que ellos recorrían desde su mente con el detalle de los arquitectos, las cuitas, los cuentos, en fin, la novela de sus vidas se replicaba en mi presencia y en la de los hermanos Páez, quienes éramos verdaderamente unos niños muy privilegiados de recibir gratuitamente esas clases de dimensiones aún por descubrir, de dimensiones bíblicas, de tamaño fuera de la física, porque sus mentes y las nuestras, sus escuchas, volaban desde Puerto Cabello a la Europa medieval, aterrizaban en alguna parte del Peloponeso, luego de las vergüenzas de las Horcas Caudinas y con desfachatez podían aparecer los héroes nacionales que pareciera que ellos, nuestros padres, los hubiesen conocido y hasta algún whisky hubiesen tomado con ellos, porque la prima Fanny Duvillars fue mi amiga, desde aquella carta del Libertador que ellos sabían casi de memoria, los pensamientos de Tucídides y la batalla de las Termópilas, esos nombres tan raros en aquel entonces, ¿qué importa todo aquello? excepto para nosotros, quienes les heredamos, pero no totalmente porque siguen vigentes.
En mi
personal caso, cada vez que releo alguna de las cincuenta y nueve obras
publicadas por mi padre, me siento más pequeño que en Puerto Cabello y ahora en
al caso de Ramón Páez, quien es compadre al designar a mi padre como padrino de
Indira, su brillante hija escritora y dramaturga, pues, en el caso de este
personaje de agua de mar en las venas, nos deleita con una obra que ha sido un
honor editar.
Monchi
Páez, como le llamábamos entonces y como le queremos, ha escrito una buena
parte de la historia de todos, al narrar la suya. Les invitamos a disfrutar del
cordial de leer a un escritor de pluma tan sensible como el amor a su familia.
Ramón
Páez lo ha vuelto a hacer y Carlotica, su fina esposa, llena de la sabiduría de
los dioses, elegante hasta para retirarse de este mundo, seguramente aplaudirá
la valentía de este juglar porteño que posee la edad apropiada para que nada
le importe mucho, y eso mis queridos lectores, hace feliz y libre a un escritor.
"Mi autobiografía" está a la venta en la librería más grande del planeta y nosotros, sus editores,
con esta obra, honramos nuestro eslogan en este mundo de sueños y este mundo
lleno de las letras de escritores como Páez.
Ciertamente,
era la rueda de un cañón.
www.juradogrupoeditorial.com
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