EXPERIENCIAS EXTREMAS
Y
estaba entrando diciembre, hacía mucho frío en Norfolk de donde decolamos con
rumbo a aguas frente a Jacksonville donde navegaba el portaviones USS Theodore Roosevelt
con su escolta, había recibido un entrenamiento de una semana para evitar morir
en caso de un accidente.
En un
par de horas, se veía sobre la mar una estela del tamaño de un palillo
mondadientes, allí aterrizaríamos o, mejor dicho, anaveariamos. Ellos nos
llamaron porque tienen un monitoreo de ciento cincuenta millas a la redonda,
saben todo lo que pasa rededor, nos ordenaron bajar altura, entrar a pierna con
el viento y el piloto puso al avión en arco amarillo, o sea, crítico entre caer
a la mar o mantenerse en el aire, la aeronave rugía, se tambaleaba, en
ocasiones se encrispaba y con frecuencia se escuchaba un aceleramiento de la
velocidad y entramos en final largo. Debo confesar que sentí dos terribles
sensaciones: la primera es que podía tocar el mar y la segunda, ya viendo la
cubierta de vuelo al frente, parecía que nos estrellaríamos con la cabecera de
la pista y, además, este avión a unos doscientos nudos de velocidad, pasaría sobradamente
la pequeña pista y caeríamos al otro lado. El sargento operador táctico, se
levantó de su asiento, para apretarme aun mas las correas que me ataban a la
silla, me faltaba el aire y el me dijo: ‘son unos treinta segundos mas y
estaremos libres’, corrió a su silla, bajaron aun mas la velocidad y en ese
momento ya no tenía duda que me mojaría el fondillo.
El
piloto cortó toda velocidad antes de estar sobre la pista y el C2A se vino
abajo como bien me lo habían explicado y acto seguido la colisión controlada
mas grande que he tenido y que me separó de mi asiento, dejándome impresionado,
nunca pensé que sería tan agresivo todo aquello.
Cuando
hablamos de experiencias extremas, también les cuento que me he divorciado,
pero no entremos en esas que son aún más peligrosas.
Mis
amigos hicieron una emboscada a la sazón de mi cumpleaños y cuadraron unos
tragos y una picada en el aeropuerto donde se reúnen con frecuencia y que es un
viejo y encantador museo de aviones navales. Al llegar estaba él, Martín mi amigo
que bien sabe que no podía negarme e inmediatamente me dio un briefing, me
explicó sobre los tres aeropuertos alternos que teníamos como extrema seguridad
y las acrobacias que haríamos a bordo de su bello avión ruso y subimos a 4000
pies, me dio el avión y me ordenó caer a la izquierda y ponerme paralelo a una
carretera y allí a sangre fría hizo un tonel a la derecha para volverme a dar
el avión y lo hice yo, perdiendo unos 800 pies de altura en algo así como tres
segundos ¿se imaginan?, subí la nariz y de acuerdo a Martín nos metimos cinco
gravedades.
Creo
que la vida se compone de experiencias extremas, lo demás es relleno y fiesta.
Bernardo Jurado es oficial naval
retirado.
Saludos mi estimado Bernardo.
ReplyDeleteLas Experiencias Extremas a las que haces con magistral referencia en tu escrito son apasionantes. Cuando estas en la Cabina de un avión como el que volaste, tienes literalmente hablando el mundo a tu pies, puedes colocarlo arriba, abajo, a los lados, diagonal y entonces experimentas esa sensación de dominarlo a tu antojo y voluntad. Claro con la precaución de saber que si cometes algún error o descuido, probablemente lo pagaras con tu vida.
La adrenalina fluye en tu cuerpo como el agua al darte una ducha y como dice el dicho “Abandonas la vulgaridad de la Tierra para ir a Comulgar con los Dioses en el cielo infinito”
Me alegro de que hayas podido experimentar esas sensaciones solo reservadas para aquellos pocos elegidos y nada mas y nada menos que en la compańia de Martin Lon Junior .
La Fortuna Ayuda a los Audaces
Hasta la próxima mi querido amigo.