EL SÍNDROME DE DIDEROT
Toda
la vida fue pobre, muy pobre. Nunca tuvo apetencias por el dinero, lo que para
mis gustos es un serio problema. Dedicado absolutamente a la literatura y descuidando
las otras áreas de su vida.
Yo
creo que esas personas que intentan sin éxito ponerte en la disyuntiva
irracional de que el dinero no da la felicidad o esta otra que es más radical, ¿Qué
prefieres: la salud o el dinero? Como si estos fueran excluyentes. Es como preguntarle
a una persona que ya ha cumplido los ochenta años: ya que tienes ochenta y no correrás
un maratón por razones obvias de tu edad, ¿Qué prefieres: los brazos o las
piernas?
La
felicidad no lo da nada, es tu actitud, tu elección, pero debo agregar que la
felicidad con dinero para mi gusto es mucho más dulce, más grata, más activa,
más profunda y más divertida, de forma que para mi, el dinero sí es muy
importante, pero a lo que vamos, que el síndrome de Diderot te afecta aunque no
lo supieras, de hecho, yo me enteré ayer leyendo mis cincuenta páginas del
libro de esta semana, titulado ‘’Hábitos atómicos’’ de James Clear en su versión
en inglés.
Todo
cambió para él, una noche de 1765.
La
hija de Diderot estaba a punto de casarse y él no tenía dinero para pagar la
boda. Muy a pesar de su pobreza y su falta de visión para los negocios y la inversión,
Diderot era muy conocido, era famoso por su papel como cofundador y escritor de
la ‘’Encyclopedie’’ una de las más exhaustivas y completas obras de su tiempo.
Cuando Catalina la Grande, la Emperatriz de Rusia, se enteró de los problemas
financieros de Diderot, se ofreció a comprar su biblioteca personal por 1000
libras y el pobre, ahora rico, no solo pagó la boda de su hija, sino que se
compró una bata de terciopelo escarlata que le costó una pequeña fortuna.
La
bata era tan hermosa que pronto se dio cuenta cuan fuera de lugar se veía rodeada de sus humildes posesiones y comenzó a sentir
la urgencia de mejorar sus posesiones y compró alfombras, muebles nuevos y ya
que estaba en eso, compró un espejo y lo puso sobre la chimenea, una conducta que
en estos tiempos pudiésemos llamar de nuevo rico, que no es mala ni buena, simplemente
sin objetivo como siempre lo fue su pobreza, porque la pobreza es indefendible
y tiene que ver con tu visión, con tus hábitos, con tu manera de ver y
disfrutar o no la vida, tiene que ver con tu flojera y tu apatía.
A
todos nos ha pasado, ya que compramos la casa, hagámosle la piscina, ya que
pusimos la piscina hagámosle una parrillera, ya que hicimos la parrillera, le
falta una nevera para las cervezas y así es ese espiral absurdo, nos dejamos
envolver por el síndrome de Diderot, en lugar de hacernos de activos que paguen
esos pasivos que adornan nuestra vida gratamente.
No
caigas en el síndrome hasta que tu capital se reproduzca.
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