EL ASALTO A LA RAZÓN
Cualquier
persona que defienda, como son con frecuencia marcados los casos en Latinoamérica,
Iberoamérica y en este caso en los Estados Unidos, me temo que no sabe lo que
hace. Ningún político merece ser defendido por nadie que no sea el sistema al
que él se adhiere para hacerse del poder servir, miren que subrayo servir.
He
visto que dos amigos míos se han dejado de hablar porque uno en su legítimo
derecho defiende las posiciones de María Corina Machado y el otro, en su legítimo
derecho no y al que defiende a la candidata y confieso que sin mayor furor,
simplemente es su punto de vista, a ese le he felicitado porque se ha quitado a
un pendejo de la lista.
Tengo
a otro amigo que no es ciudadano americano y tiene una tirria, un odio visceral
y una rabia contra Donald Trump, como si este le hubiese mentado su santa madre
y Trump ni siquiera lo sabe.
Unos
militares retirados opinan sobre tal o cual, cosa que me parece muy bien, hasta
que asumen sus opiniones como una santa cruzada, dispuestos a tomar hasta
venganza como en la cruzada Albigense, a espada, cuchillos y kung fu. Eso es un
asalto a la razón y creo que merece castigo o tal vez tratamiento psiquiátrico.
Acaba
de pasar que a un tonto de nombre Enrique Tarrio, le dictaron como pena por el asalto
al Capitolio, precisamente en defensa de no sé qué pero en contra absoluta y
evidente del hilo constitucional y democrático de los Estados Unidos, sí, le acaban
de empujar veintidós años de prisión, porque el niño cuarentón, originario de
Miami, consideró, que haciendo un acto de terrorismo junto a su grupo llamado ‘’Proud
Boys’’, donde murieron cinco personas, pues, de esa manera, él defendía su posición
política jugando al mercenario, será, me pregunto ¿Qué piensa con el procto?
Aquí sus
declaraciones no muy valientes: ‘’Levantándose para hablar antes de que se
dictara la sentencia, Tarrio describió el 6 de enero como una “vergüenza
nacional” y pidió disculpas a los agentes de policía que defendieron el
Capitolio. Se le quebró la voz cuando expresó su remordimiento por haber
defraudado a su familia y prometió que ya ha dejado la política. “No soy un
fanático de la política. Hacer daño o cambiar los resultados de las elecciones
no era mi objetivo”, afirmó Tarrio. “Por favor, tengan piedad de mí”, dijo, y
añadió: “Les pido que no me quiten mis cuarenta y tantos años”.
Tarde,
un poco tarde Tarrio, porque los cinco muertos y el terror que ese grupo de
pendejos hizo, pues aquí se pagan.
Aquí una
última perla de este oscuro episodio: “Tenemos que asegurarnos de que las
consecuencias queden perfectamente claras para cualquiera que pueda estar
descontento con los resultados de 2024, 2028, 2032 o cualquier elección futura
durante todo el tiempo que se recuerde este caso”, dijo el fiscal Conor Mulroe.
“Esto fue un acto calculado de terrorismo”.
Sí,
lo ocurrido fue un asalto a la razón y se ha hecho justicia.
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