COLADO COMO UNA CALUMNIA
Ya lo
saben, las calumnias se cuelan y hasta dan morbo. Se cuelan tanto y con tanta habilidad
que hasta los familiares más cercanos entran en severas dudas.
Recordarán
no sé en cual escrito, que les hablé de una obra que cambió mi vida desde mi infancia y la conseguí
en mi Disney World personal, la biblioteca de mi padre, titulada ‘’La psicología
del rumor’’, no crean que entraremos a analizar la reciente elección presidencial
de Brasil, donde ganó Lula Da Silva, yo creo que eso es pasado para mí y para
muchos de ustedes y además no me preocupa, en realidad, pocas cosas me
preocupan a esta altura de la vida, porque estoy persuadido que el comunismo o
el socialismo, sinónimo balurdo con el que suavizan la historia, es simplemente
una oscura etapa entre la democracia y la democracia.
Yo
mismo he sido un calumniador y usted que me lee también. Seguramente ha
repetido algún chisme sin prueba alguna que no sea la animadversión contra su víctima,
pero en este caso que nos ocupa, la cosa es aún más seria, más severa con un ahíto
de maldad hasta el borde, que se desborda en el plato de la comida fría que es la
venganza.
Como
saben mis amigos, bebedores de vinos y champan, prosecos y cavas, la mayor
parte de mi tiempo la paso leyendo. Por supuesto también tengo sexo.
Uno
de mis amigos y creo que en buena parte uno de mis mentores, el Capitán Arturo,
llegó a tertuliar a casa, obedeciendo una intempestiva invitación mía y a comer
con todo riesgo de vida, mi asopado de mariscos, pero me trajo tres libros de
tres autores absolutamente desconocidos para mí, cosa que es un compromiso, por
cuanto en algún momento deberé comentar que me ha parecido la lectura, es como
si usted fuera comediante y en cada reunión le pidieran que hiciera el chiste
de la abuela, del borracho, del cornudo, perdón, pero es ese un trabajo serio y
por suerte muy complejo, porque no quiero imaginar a un mundo lleno de malos
humoristas.
Acepté
con la cortesía propia de mi familia, la deferencia que se convertiría en tarea,
pero es que era Arturo y al día siguiente abrí el primero de ellos que llegó a
mis manos de título: "Jorge Manach Obras II, Estampas de San Cristóbal" y sin
muchas ganas comencé en la madrugada del lunes a leerlo, insisto, porque lo
trajo Arturo y he conseguido algo que hacía dos décadas no me pasaba: en una
misma página tuve que buscar en mi diccionario dos palabras que desconocía y allí
entendí que la antigua portada, el título insulso, el nombre desconocido habían
trabajado contra mi cultura, como cuando se cuela una calumnia.
Me
sigo divirtiendo mucho con esta obra encantadora, una verdadera joya literaria que,
al mejor estilo de Rimbaud o Flaubert, consigue la palabra justa y la imbrica
perfectamente, para que tipos un poco fastidiados como yo, sonriamos con la
inteligencia de este autor.
Gracias
Arturo querido.
juradopublishing@yahoo.com
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