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Saturday, November 19, 2022

UNA PENA DESNUDA

 

UNA PENA DESNUDA

            -¿Y tú eres cubano?, me preguntó.

            -No Mamá no es de Cuba, la corrigió su hijo Alex.

            Éramos tres parejas en la mesa redonda e impecablemente vestida de manteles de lino y cubertería fina, con copas, vasos, servilletas de tela, olorosas y dos camareros que nos atendían de nombre Thando y Leo, ambos de modales exóticos, ambos asiáticos,  pero también ambos, vestidos de smoking, fueron muy amables, atentos, entrenados y pacientes, tendentes a ser un par de británicos, hablaban un excelente inglés.



            Al llegar al lujoso restaurant en la cubierta número siete del también lujoso barco y luego de haber salido de nuestro epicúreo camarote, bien trajeados, nos llevaron a nuestra mesa reservada con anticipación antes del zarpe de Miami hacia la isla privada donde nos esperaban.

            Leo, el camarero, nos presentó con prosopopeya a los comensales, una venezolana que hablaba solo en inglés, rubia como la leche, madura y con ojos azules y su hija, una caucásica, producto de la mixtura de un caballero de Michigan con la caraqueña. Inmediatamente estaba Yolanda y su hijo Alex, quien tomaba una copa de vino tinto, un caballero cincuentón cuya loable labor de vida es cuidar a Yolanda, su madre simpática, de Camagüey.

            Pedí una botella de Chardonnay y mientras Thando nos traía la carta, Yolanda me volvió a preguntar: ¿y tú eres cubano?

            -No Yolanda, no soy cubano, he nacido en Venezuela.

            -Yo viví en Venezuela, antes de venir a Miami y mi hijo, señalando a Alex, habla muy bien el inglés y el español.

            -Me contento mucho señora Yolanda.

            -Chico, llámame Yolanda, y dime algo ¿y tú eres cubano?

            Con cariño le contestaba que no mientras veía a Alex a quien le decíamos con la mirada que no pasa nada, que nos divertía, que entendíamos que su amada madre ya tenía evidentes signos de demencia senil y llegó la botella de vino, el pescado, las carnes, y contornos de presentación excepcional, junto a la conversación en inglés que no paraba, para poder incluir a la joven, además nuestros camareros no hablaban español.

            Nos los conseguimos en el inmenso teatro del buque donde vimos durante tres días espectáculos parisinos, neoyorquinos y otros al mejor estilo de Las vegas y Yolanda, siempre simpática, amable y prudente, me sonreía sibilante con sapiencia y otras con medrosa actitud, como quien se encuentra frente a una pena desnuda.

            Fue un privilegio conocer a Yolanda quien aun no sabe si soy cubano.

juradopublishing@yahoo.com

           

 

           

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