EL NOMBRE
DE LA ROSA
En
la familia bien sabemos que la lectura es un infalible antídoto para casi
cualquier endemia del alma, ayer mismo me tumbé sobre la cama de mi hijo a
ojear un ejemplar de la “Divina Comedia” en inglés y no pude menos que
preguntarle: ¿Por qué leer un libro tan complejo del siglo XIV en otro idioma?
Mi
hermano menor, me mandó un ejemplar en aquel ano 2007, turbulento de soledades
y en mi mente trataba de figurar la geografía del sitio donde está aquella Abadía
francesa, donde cosas terribles pasaron, también por aquellos siglos que
Umberto Eco diagrama en la mente de sus lectores con magistral elegancia y
pulcritud.
“El
nombre de la rosa” se convirtió en una gran referencia de ventas y hasta una película
pude ver después de haberlo leído, pero a lo que voy: el autor falleció este
mes de Febrero, a los ochenta y cuatro años de edad en su casa en Milán, en ese
apartamento que es su inmenso estudio en el que se calcula una biblioteca de
30.000 ejemplares.
Escribió
sobre el paso laxo hacia la muerte en 1997 y su páncreas le jugó una mala
pasada.
Se
autodefinió como un optimista trágico después de haber leído a Emmanuel Mounier
y conceptualizó al internet como la “invasión de los imbéciles” porque es allí
donde cualquiera de ellos escribe públicamente con las falencias propias de las
personas mal preparadas entre las que probablemente me encuentro, porque antes
los imbéciles también escribían pero nadie los publicaba, lo que hacía de la
lectura un ejercicio más depurado en cuanto a calidad.
Le
preguntaron si ¿escribía para él o para los demás? Y su respuesta coincide con
mi manera de pensar: “el escribir es un acto de comunicación”, se escribe para
comunicarnos, para hacer conocer nuestro pensamiento, nuestro trabajo, para
recibir también la retroalimentación, del lector, del pensador.
Umberto
Eco se especializó en una materia encantadora, la SEMIÓTICA y fundó la cátedra
e investigó durante la vida entera sobre ella.
Cuando
muere un escritor, queda su legado, por ello nunca muere, por ello, sea
creyente o no, la resurrección católica pasa a un segundo plano, cuando ya vive
otra vida desde sus historias e investigaciones, desde sus misterios y
pulsiones. Fue un gran artista, investigador, escritor y profesor de multitudes
y como nadie es perfecto, era italiano y por ende irritable, pero afable, de
mal o buen humor, pero italiano.
No
sé si lamentarlo, porque Eco, a quien conocí bien, como se conocen a los
escritores, desde sus letras, pasó a formar parte de esa mitología que envuelve
a los creadores después de su muerte física y comenzarán las especulaciones
sobre su personalidad y su trabajo, mientras él, quien renunció motus propio al
catolicismo, se presenta ante Dios en el plano vertical donde ya no puede
escribir sino en sueños. En, “El nombre de la rosa”, esa novela gótica, esa
crónica medieval, ese relato ideológico en clave, donde el personaje Baskerville,
esclarece los crímenes en la abadía benedictina, es el salvoconducto para haber
ganado sobradamente el cielo.
esas frases son una corona de rosas intelectuales que ya quisieran muchos les adorarán la fría tarde de su partida. lo has honrado con elegancia y has hecho una buena sinopsis de su existencia.
ReplyDeleteesas frases son una corona de rosas intelectuales que ya quisieran muchos les adorarán la fría tarde de su partida. lo has honrado con elegancia y has hecho una buena sinopsis de su existencia.
ReplyDeleteexcelente, no lo lei pero si vi la pelicula protagonozada por Sean Connery.....trata de ver Sandra Bullock "EXPERTA EN CRISIS"....
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