INTERCAMBIO DE LIBROS
El
viento venía del norte a una velocidad que calculo de unos veinte nudos, fuerte
y hasta un poco frío para mi gusto floridano y lleno del calor más al sur de
los Estados Unidos. Todo estaba previsto, todo en su justo sitio cerca de la
parrillera donde los atendería, mientras decidí alejarme de la orilla de la
isla y entrar a la piscina, donde me relajé e hice mover mi sangre.
Ellos
llegaron – mis invitados- y desde la entrada ya venían sonriendo, con la
complicidad del aprecio, bien vestidos, sobre todo ella, con una suerte de
bufanda en colores azules, glamorosa, pomposa y que por la ligereza de la tela,
se batía con el viento.
Los
Príncipes son mis amigos y mis confidentes de los cuentos ónticos de letras,
tenemos años hablando de literatura, de autores afanosos e intensos, hablando
del descubrir divino de la novela y de esas historias que quisiéramos escribir,
pero hasta allí llega el talento, hasta las ganas y hasta el deseo, pero se
requiere valentía que con frecuencia falla por esa absurda mutación mental de
no creernos con la capacidad para influir desde el silencio del texto.
En
la mañana era el único al borde la piscina, realmente no, éramos dos, Leonardo
Padura al que leía con tristeza por la proterva historia de Trotski y su
asesino Ramón Mercader, esa historia de traición estalinista, muy bien
documentada históricamente y que comenzó a escribirse en secreto a finales de
1989, terminando recientemente, me refiero al “Hombre que amaba a los perros” cuyas,
sus más de setecientas páginas me cautivaron y me llevaron a reforzar la
hediondez del comunismo y sus siempre oscuros procedimientos que ahogan a los
humanos, me llevaron también a aquel apartamento cuadrado y gris construido por
la revolución y cuyos moradores bromeaban diciendo que estaban hechos con 80%
de micro hormigón, si, 20% de micrófonos y 80% de hormigón, todos se espiaban,
todos se delataban y envidiaban, así es el comunismo absurdo y utópico.
Lo
terminé antes de la llegada de mis invitados y quedó sobre la mesa de madera en
espera de ellos, quienes si comprenden de sensibilidades y buenas lecturas, son
una joya que me pertenecen o nosotros a ellos, porque sus conversaciones no
tienen cortes comerciales, no se agotan, ni se minimizan y por años en este exilio
común nos escondemos tras la tinta y las letras, para tratar de comprender el
desarraigo y también las traiciones.
Trajeron
consigo un par de libros que les presté, (cosa rara esa de devolver los libros),
pero como son especímenes poco comunes, ellos me prestaron “Los enamoramientos”
del filósofo español, Javier Marías, mientras, entre el proseco italiano, el
vino español y el escocés, seguíamos hablando de libros y de esa epistemología que
caracteriza a los sensibles que viven una vida fuera de esta y llegó la noche y
bajó la temperatura, pero no las ganas de despedirnos, porque unos amigos con
actitudes comunes y fuera de todo interés que no sea el crecer y entender otros
puntos de vista normalmente convergentes en una o varias obras literarias, son
como lo dije antes, un tesoro, ayer intercambiamos libros y con ellos, ¡mucho aprecio!
Hola Jr, muy "zanahoria" este escrito nocturno, pero entrenido e ilustrativo anyway....
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