¿UN LACOSTE
EN LA PISCINA?
Aunque
el parte meteorológico anunciaba cuarenta por ciento de lluvias, me hacía falta
ir a Marco Island, una glamorosa isla que queda a una hora de camino hacia el
Oeste de Miami, donde con frecuencia voy a llenar el poso de la inspiración, me
tomo un par de tragos en el bar y me alimento cual obrero de la construcción, con
pescado frito y ensaladas, no sin antes detenerme en el mirador que queda a
mitad de camino a fumar un cigarrillo y a estirar en silencio mis piernas, a
conversar con mi esposa sobre la más reciente obra que cada uno está leyendo, a
discurrir sobre las noticias, a buscar paz y a caminar por esos parajes
normalmente solitarios.
En
la caminería de madera lindante a un canal donde algunos caimanes negros de la
Florida moran a sus anchas, llegó el grupo escandaloso de alguna inevitable
parte de Venezuela, eran unas seis personas entre los que se encontraban unos
esquinkles (vocablo de Cantinflas para referirse a los niños) quienes estaban
visiblemente emocionados por los gritos que daban sin ningún aparente motivo.
Gritaban, hablaban sin entender que molestaban, yo les vi con mi mayor cara de
reproche, no a los niños sino a los dos tontos padres que les acompañaban y que
también rompían el silencio amoroso de la naturaleza.
Vestidos
cual turistas que estrenaban multicolores zapatos de goma, gorra de raperos,
camisas que decían “I LOVE YOU MIAMI” el
escándalo era delatante.
La
chusmería incómoda y la fenotipia grosera. Eran exactamente lo que podríamos
definir como unos nuevos ricos revolucionarios.
Seguí
observando la pasividad de un gran caimán que absorto flotaba a pocas pulgadas
del nivel del agua, hasta que la señora a viva voz le pregunta al marido, entre
los gritos de los muchachos: ¿es verdad que los lacoste se meten en las
piscinas?
Yo
no pude menos que voltearme y preguntarle a la dama que había dicho, cuando me
conseguí con una brillante dentadura matizada en oro y con toda seguridad me
respondió: “sí señor, los lacoste”
¿Se
está refiriendo Usted a los caimanes?
Creo
que al ser un caimán la marca de ropa lacoste, a la pobre ignorante le sonó
interesantemente glamoroso y al estar en el exterior debía hablar así, por ello
infirió que uno podría serlo.
Así
son las cosas, cuando la chusma se subleva y al yo no poseer orígenes nobles ni
principescos, al venir de una familia de clase media, al entender desde mi
primera infancia que la única aristocracia que existe es la del intelecto, del
estudio y el esfuerzo académico, no puedo menos que reírme y lamentarlo.
Si
señora, yo vivo aquí hace una década y con frecuencia los lacoste se meten en
las piscinas y a veces hasta se comen a los turistas que no saben que son
caimanes.
La
revolución ha traído consigo la ridiculez, la igualación y las fortunas sin
trabajar, mientras yo espero que a los escandalosos turistas que en verdad no
representan el amable y educado gentilicio venezolano se los coma el lacoste de
la inercia hacia la prosperidad.
Lo que pasó es que la "señora" tenía una conmoción cerebral, porque se había caído de "Ralph Laurent".
ReplyDeleteExcelente!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Excelente, actititud propia y comun denominador de los nuevos ricos enchufados bolivarianos incultos...patas en el suelo y tierruos geneticamente hablando...
ReplyDeleteEsto yo lo llamaria LA CHANCLETA EN EL PODER.
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