LA GORRA DEL
NIÑO
La abuela y el niño iban caminando
por la orilla de la playa en sentido oeste. El niño mojaba sus piececitos con
la espuma de la ola rompiente, ella, la abuela, le tomaba por su mano derecha.
Como suele ocurrir, le iba contando
cosas muy bonitas que el niño apreciaba y de repente, sin aviso alguno, una
infame ola, les absorbió, les arropó y la abuela sintió el fatídico momento
cuando la manita se le escurrió y no pudo hacer nada excepto observar
aterrorizada como su nieto desaparecía entre la espuma.
Dyer, un excepcional autor,
motivador y orador ya desaparecido, contaba esto con respecto al agradecimiento
y a la manera de pedir.
La abuelita, como pudo se puso de
rodillas, junto sus manos en posición de oración y viendo al cielo dijo: ‘’Señor
devuélveme a mi nietecito, por favor, haré lo que me digas, pero no dejes que
se muera, te lo ruego señ...’’ Y no terminó la frase, porque otra ola volvió con
la misma fiereza arrastrándola, dejándola tirada en la orilla, empapada,
sorprendida y al voltear se llevó la sorpresa de que estaba allí el niño.
El agradecimiento siempre será la vía
para la prosperidad.
La abuelita tomó al nieto, lo revisó
y se percató que estaba en perfecto estado, la oración había funcionado, Dios había
escuchado, como siempre y el niño estaba a salvo.
Maltrecha, se volvió a poner de
rodillas, puso sus manos en oración, miró al cielo y dijo: ‘’gracias, señor por
devolverme a mi nieto, pero él traía una gorra’’
Como podemos inferir es este un
cuento que forma parte de las herramientas de Dyer en sus conferencias, para
ilustrarnos lo que a veces tenemos mas cerca de lo que creemos.
Como si fuera una pandemia y pido a
Dios poder ayudar con mis letras, en tiempos recientes se han suicidado al
menos cinco oficiales superiores y almirantes a los que he conocido por
diferentes vías durante mi servicio naval.
Lo lamentamos mucho, muchísimo y no
podemos explicar que es lo que está pasando. En lo personal yo nunca había visto
algo similar y de esas inmensas proporciones en una pequeña comunidad como la
Armada de Venezuela.
Déjenme ver como cazar ambas
situaciones, porque sin dudas hay mucha depresión mal tratada o sin tratar que
es peor, sin duda la esperanza en ellos es una quimera, la fe ha desaparecido
como la gorra del niño y la vida vale tan poco que se la quitan, si, es esta
probablemente la situación común de mis colegas desaparecidos y recalco: que
Dios me permita ayudar con mis letras, pero esto me temo que seguirá ocurriendo,
como la ola que se llevó al niño.
El suicida no desea morir, lo que
quiere es que el problema, cualquiera que este sea, desaparezca, termine, se
disipe, sin entender que el agradecer, en el inventario de lo que se tiene, en
la oración y en las decisiones, podría estar la solución, una más fácil y
luminosa, agradecida y amable.
No dejen que la ola se los lleve, así pierdan la gorra.
www.juradogrupoeditorial.com
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