EL LIBRO DE
TOBIAS
Mucha bulla, mucha música, mucho
baile en el país donde con frecuencia se pecha la alegría, son raros estos Tobías.
Yo pregunté: ¿Por qué se llama club Tobías?
¿Quién fue Tobías?
Pensaba que era el nombre propio de
alguno de estos alegres bailarines pero no, ese nombre se encuentra nada mas y
nada menos que en uno de los libros deuterocanónicos de la biblia y por ende
fue escrito en arameo, luego en hebreo que era la lengua mas usada y aunque la
historia de Tobías y su padre Tobic, no fueron reconocidos en principio por los
judíos, forman tangencialmente parte del pentateuco bíblico, los cinco libros
principales del antiguo testamento pero ya, basta ya de tanta perorata teológica,
porque es una historia alegre que pueden estudiar si acaso son tan aburridos
como yo.
Hombre de bien este Tobías, se encontró
con Rafael uno de los siete ángeles enviado por Dios, pero todo comenzó como
pasó en Caracas, guardando las inmensas distancias de aquel calendario.
Con los siglos, el libro de Tobías
fue traducido al griego, como el nuevo testamento y ¿saben por qué?, porque en
griego hay una palabra amor para cada cosa que se ama y estos Tobías saben amar
y amarse.
En una conversación casual, tal como
hizo Tobic con su hijo Tobías, nació la idea, porque en el país de la huida, en
el país de la ida, de la despedida permanente, hace su presencia la soledad,
con frecuencia mala compañera si no nos acercamos al pensamiento de Lope de
Vega: ‘’De mis soledades vengo y a mis soledades voy, porque para estar conmigo
me basta mi pensamiento’’, pero ¿Quién dijo que mi pensamiento no puedo
compartirlo? ¿Quién dijo que mi buena actitud, que nuestra alegría, nuestra
habilidad para enloquecer a ratos es algo irregular?, pues nadie, porque
envejecer con cierta dignidad, como es mi caso, es algo digno de imitar.
En
la Feria Internacional del libro de Miami, donde asistimos con nuestros
escritores, había en un ala una bella tarima. Ya fallecía el domingo, eran como
las cinco de la tarde y estábamos exhaustos pero plenos, teníamos tres días trabajando
en lo que nos gusta y tocaba un conjunto de jóvenes que hicieron un mágico arreglo
del danzón cubano con jazz y no nos aguantamos. Nadie bailaba, era un ambiente
muy americano y sobrio, lleno de intelectuales armados con los libros recién comprados
y nos levantamos a bailar, ‘’que nos metan presos por ser felices’’, me dije,
no me importa y me acordé del club Tobías.
No
había finalizado la pieza musical cuando ya unas cinco parejas de maduros como nosotros
sonreían y bailaban sin soltar el trago y me dije ahora si iremos a la cárcel y
pude ver a los policías de la ciudad de Miami contagiados con la magia de Tobías,
porque como lo escribiera el escritor suizo Amiel: ‘’Comunicar la felicidad y
hacer el bien, he aquí la ley, el áncora de salvación, el faro, la razón de ser’’
El
club Tobías es ya un movimiento de felicidad, de alegría, de concordia y risas,
cuyas magnitudes aún están por descubrirse, porque ser feliz es una actitud.
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