LA FURIA DE NEPTUNO SOBRE EL ATALAYA
Era
un buen barco, construido en 1920 y lo sé de primera mano por dos razones, la
primera es porque los registros de los cuales les hablaré pronto, aun existen y
la segunda es porque el abuelo de mi amigo así lo ha dicho.
El Capitán
estaba en esa horrible circunstancia de haber salido de la protección aérea
desde América en el océano Atlántico y antes de la protección aérea de Europa,
si, esperaba en el alero de su estribor, con serenidad. Las estadísticas no favorecían
mucho y además, como todo marinero un poco supersticioso, sabía que al Rey
Neptuno no le gustaban los barcos con el nombre Titanic ni los barcos a quienes
se les cambiara el nombre sin su permiso y ese era el caso del Atalaya.
Veía al
horizonte, a una distancia estimada de un par de millas náuticas, cuando una
estela blanca a corta distancia, le llamó la atención, allí venía la muerte, a
cuarenta y dos nudos, contra sus escasos diez nudos, la pelea estaba perdida,
la distancia muy corta para maniobrar y su buque, el antiguo Atalaya era muy
lento y con un diámetro táctico muy grande, solo susurró como para
justificarse: ‘’torpedo en el agua por el costado de estribor’’ y escuchó el
ruido metálico que antecedió al infierno. El antiguo Atalaya y sus casi cuatro
mil toneladas, saltaron por los aires, se quebró en dos pedazos bien definidos,
todo era un caos, todos gritaban, otros saltaban a las heladas aguas, mientras
el Capitán se acomodaba un poco, observando la indetenible furia, la venganza
sin par, sin piedad, del Rey Neptuno y volvió a susurrar: ‘’abandonen mi buque’’,
pero ya no había ninguno, se hundió en no más de tres minutos y pasó a ocupar
una estadística en la manada de lobos de los submarinos alemanes.
En
ese barco, el Atalaya, que perteneció a la compañía naviera Bermeo en Bilbao España,
allí sirvió un marinero de excepción de nombre Andrés de Atela y Ateinza, si, sirvió
como oficial en calificación durante los oscuros años de la guerra civil española
y al finalizar este inentendible y absurdo conflicto, solicitó en la embajada
venezolana en Francia, los permisos para trasladarse hasta allá y enamorado de
esas tierras el 29 de enero de 1941, sin duda alguna se hizo venezolano y por
sus conocimientos y experiencia a bordo, en 1942, presentó los exámenes que
terminaron por hacerle Capitán de Altura y su fama se exponenció en la Compañía
Mene Grande hasta 1948. Como comprenderán, el ya viejo Atalaya estaba en el
fondo de los Océanos junto a sus tripulantes y el Capitán Atela, mas venezolano
que la arepa, siguió navegando hasta su retiro en 1963.
Siempre
los buques y sus tripulantes, poseemos un cordón de amor, de vida y de muerte
que nos une. Todo el que haya sido un marinero lo sabe y comprende que la ira
de Neptuno no es una leyenda, existe y nos hace ser mejores en ese mundo acuático
al que pertenecemos.
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