INSTRUMENTOS DE MILAGROS
Me
temo que lo suponía, pero ahora estoy total y absolutamente seguro de que somos
instrumentos de milagros, de cosas mágicas, de eventos inentendibles, de misiones
con frecuencia incomprendidas por nuestra limitada visión humana y terrenal.
Saliendo
del automercado, monté los alimentos en la maleta de mi auto, cuando me percaté
de la presencia, de un joven de unos treinta años, muy sucio, indigente, sin
zapatos o en su lugar un par de medias ya negras de tanto sucio. El joven en cuestión
era un drogadicto que parecía estar durmiendo con la cabeza gacha. Detuve mi
auto cerca de él y en vista de que portaba un par de sandalias Crocs, bajé del
vehículo con la firme intención de regalarle mi calzado. Me aproximé en
silencio, me descalcé y allí en ese momento me dijo en inglés: "Sir, dont do
that, thank you" Señor no haga eso, gracias. Yo ya me retiraba cuando le
escuché y volví hacia él para ver sus ojos claros, llenos de dolor o tal vez
llenos de terribles experiencias de desperdicio de tiempo, de salud y de vida.
El
joven me lo dijo viéndome y luego bajó nuevamente su cara a la misma posición,
yo por mi parte me puse mis zapatos y me retiré con un dejo de haber recibido
una lección que aun no entiendo, pero que me pareció reconfortante, no sé por
qué.
Hace
un par de días, llamé a un querido amigo para preguntarle si deseaba hacer
algunos vuelos acrobáticos en el avión de otro amigo y confieso que no entendía
por qué hice eso, que pudiera ser rayano en un abuso de confianza. Mi amigo se
quedó en silencio y pensé que no me había escuchado y hasta por un momento me arrepentí,
por haberme metido en algo que no sabía por qué lo hacía: -alo, ¿me escuchas?- le
pregunté
-Si Bernardo, estoy en silencio porque es ese uno de
mis sueños, tengo años pensando, acariciando ese momento de sentir las
gravedades.
-Pues no se diga más.
Llamé a Martín, mi amigo del avión,
quien es un experto en vuelos acrobáticos, una persona que es tan valiente y
talentoso como amable y los puse en contacto.
María
Angélica, mi amiga, me regaló un rosario traído del Vaticano con una reliquia
de un santo, una bella joya que duró en mi bolsillo pocas horas, porque esa
tarde entramos a Burger King a comer un bocadillo y estaba en la mesa de al
lado, otro muchacho, mas joven que el anterior, un adolescente, dormidito sobre
la mesa, mal oliente también estaba y al terminar de comer dejé un par de dólares
sobre su mesa, junto al rosario.
Estoy
persuadido de que somos usados cual marionetas para servir como instrumentos de
milagros.
juradopublishing@yahoo.com
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