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Thursday, May 16, 2013

AMOR EN DEFENSA PROPIA

Mi admirada Isabel Allende, asegura que su primera experiencia sexual, fue a los cinco años, cuando se tragó una de esas muñecas de baquelita que ponen en las tortas de cumpleaños y sus compañeras de la misma edad y “expertas en sexo”, le dijeron que le crecería la panza, se pondría redonda y después nacerá un bebé. Esta humorística afirmación está plasmada en su libro “Amor” y es que el amor al ser uno de los cuatro intereses de la psiquis del humano y al poder ser pasional, mueve emociones y veremos a hombres serios, jefes de Estado, Príncipes e históricos monarcas, comportarse como tontos. Generales como Petraus, mandando al traste su impecable carrera militar y reinas de belleza entregando el trono en veinticuatro horas después del inmenso esfuerzo, para ir a la iglesia vestida de blanco. El amor es así, ¡una encantadora locura! Hace ya bastante tiempo llegó a mis manos y a mi mente, un libro que refuerza lo predicho, titulado “La metafísica del amor” por Arthur Schopenhauer y miren que interesante la siguiente cita del autor, porque todos Ustedes se verán de alguna forma retratados en ella: “Schopenhauer afirma que detrás de todos los despliegues afectivos que se hacen los enamorados se encuentra el instinto sexual, cuya meta es “la composición de la siguiente generación” por la cual los dos amantes serán sustituidos. Este instinto sexual no es más que el maquillaje con que la voluntad de la especie hace creer al individuo que persigue su satisfacción personal en la forma del goce físico. La voluntad se ve obligada a utilizar estos métodos para combatir el egoísmo y la razón del hombre, por las cuales jamás se interesaría en “sacrificarse en aras de la permanencia y la constitución de la especie”. Por medio de esta unión sexual que Schopenhauer describe como una cierta ilusión, el individuo cree “fundirse en un único ser para después seguir viviendo en él”. De esta forma, la voluntad de vivir es representada en la especie gracias al ser que los amantes pueden engendrar.” Y entonces seguimos hablando de la misma materia, porque el Editor de este prestigioso periódico me ordena, so pena de ser despedido, que vuelva a escribir de la política venezolana y yo creo que lo hace expresamente para molestarme, porque estoy inmunizado contra ese tópico aberrante y poco crecedor. Tan inmunizado estoy, que hace ya algunos años, una importante persona de los medios me pidió que dedicara mi tiempo a hacer un libro sobre política y los acontecimientos que ocurrían en la Venezuela de aquel Hugo Chávez lleno de energía y salud, que parecía a ojos vista que duraría al menos los ochenta y tantos años de su mentor Fidel Castro Ruz. Me dijo también la frase mágica: “me pagarían por hacerlo” ¿y saben qué?, me negué, porque no se puede escribir de lo que no inspira. Al menos esa es mi manera de pensar y por ende actuar. Pero les invito a no perder el hilo y volvamos al cruel Schopenhauer quien nos cachetea y maltrata eliminando toda insulsa ilusión para que determinemos hacia dónde vamos con este tonto amor: “Para Schopenhauer, sin embargo, incluso las parejas ideales son presas de la desilusión que aparece tras la satisfacción sexual, si bien en el mejor de los casos sus cualidades complementarias les granjearían “una auténtica amistad”. Por el contrario, la mayoría de los matrimonios resultan infelices por la incompatibilidad general que se evidencia entre los esposos que, “si no fuera por las relaciones sexuales, se odiarían, despreciarían e incluso repugnarían”. Y yo me pregunto: ¿Cómo y porque amar a una persona, que te hace económica y moralmente más pobre? ¿Por qué tendríamos que ser fieles a esa persona despilfarradora de nuestro dinero? ¿Cómo es eso de que solo pensar en su desaparición física les aterra? Ahora aseguro mi trabajo en el periódico y les informo que el enganche emocional de una importante parte del pueblo venezolano, con el ahora extinto Hugo Chávez, era realmente incomprensible. El prometía y prometía hasta lograr de acuerdo a Schopenhauer la inserción fálica. El compraba conciencias y voluntades nacionales e internacionales y todos le amaban y aseguraban en aquellos tiempos que la descendencia sería mejor que la misma unión y que nadie tendría que trabajar, ni ser inteligente, mientras el fuera el violador y el secuestrador de las iniciativas… ¡pero murió! Y ahora estamos en manos de la descendencia que aprendió sus vicios y los superó. Nicolás Maduro Moros, es ahora el regente de la cópula y cree que lo puede hacer como Chávez, sin haber leído al filósofo Schopenhauer y no entiende que su genética no es la apropiada y por ello trata sin éxito de imitar a su mal amante en ese juego del amor. De acuerdo a las encuestadoras mas serias y para los efectos de la salida de esta edición, de cada diez venezolanos que viven en Venezuela, solo cuatro consideran que la cosa va bien. Cada setenta y dos horas está perdiendo al menos dos puntos y medio en sus niveles de popularidad, lo que equivale a cuatrocientas cincuenta mil personas, de manera que no es necesario ser matemático para entender que su popularidad estará lindando para hoy el veintiocho por ciento. Yo entiendo a los que aún le apoyan, porque de no hacerlo perderían la beca, la misión que les permite vivir sin trabajar, la posibilidad de que un golpe de viento muy sortario les haga al menos chofer de algún testaferro que les ensene el negocio y por ello “le aman”, pero en defensa propia. Hay órdenes que se pueden dar, pero eso no implica que seamos obedecidos. El ordenar que nos amen, bajo amenaza de muerte, por ejemplo. El ordenar lealtad, el ordenar legitimidad, no implica tácitamente la obediencia, a menos que tengamos una herramienta como la economía para obligarles, pero es que Chávez a quien comparan en muy mala hora con los más eximios personajes de la historia de la humanidad, se encargó de quitarle a Nicolás la posibilidad económica y le dejo un país quebrado post morten. La economía no entiende de consignas políticas y los estómagos tampoco, el amor no dura con hambre y Nicolás no es Hugo, de manera que nadie aún cree que ganó las elecciones, nadie cree que realmente lo amen y tampoco se creen el cuento del pajarito que le habló y que personificó al occiso con un trinar candoroso en una capilla humilde a la que asistió en la siempre grata compañía de su Rolex. Como en todo grupo social y como lo dijera mi admirado Facundo Cabral, los pendejos son muchos, pero en este caso no eligieron a este autodenominado Presidente, solo le aman, pero en defensa propia.

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