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Wednesday, June 14, 2023

UNA DINASTÍA PERPETUADA

 

UNA DINASTÍA PERPETUADA

            Nadie ha leído todo lo que otro ha escrito, eso es una arrogancia. Inclusive yo no he leído todo lo que he escrito y esa es otra arrogancia. Ayer me llegaron ochenta y una páginas de un libro de Joseph Conrad de quien pensé que había leído todo y cuyo título es ‘La línea de sombra’’.

Me senté en el sillón colocado a la cabecera de la mesa, el sillón del capitán. Un pequeño compás suspendido sobre él recordaba mudamente el deber de una vigilancia incesante. Una serie de hombres se habían sentado sucesivamente en aquel sillón. De repente pasó por mi espíritu esta idea, como si cada uno de ellos hubiese dejado un poco de sí entre los cuatro muros de aquellos decorados mamparos, como si una especie de alma compuesta, el alma del mando, viniese de pronto, en un murmullo, a hablarme de largas jornadas en el mar y de momentos de angustia. «Tú también -parecía decir-, tú también gustarás de esta paz y esta inquietud, en una penetrante intimidad contigo mismo, tan oscuro como lo fuimos nosotros y tan soberano en presencia de todos los vientos y todos los mares, en el seno de una inmensidad que no admite huella alguna, que no guarda ningún recuerdo ni lleva cuenta alguna de las vidas humanas.’’, Joseph Conrad. Es esa una dinastía perpetuada.

Ese primer día a bordo, me encargaron de un pequeño radar de superficie en el puente de mando, que estaba al lado derecho de la silla del comandante, el radar era llamado por su nombre: 3RM20 y allí me escondía y vigilaba lo que sucedía rededor, pero más que eso, escuchaba, todo absolutamente, porque estaba cerca del trono, de la silla donde se administraba la vida y la muerte y seguía escuchando como un agente secreto y silente y aprendí a poner mi mejor cara de ignorancia o tal vez cara de desinterés y luego aprendí a adivinar lo que vendría y llegué a conocer tan bien al que se sentaba en la silla, que ya sabía que haría, pero a lo que vamos.

Seguí estando muchos años en la mar, a bordo, sí, fueron diecisiete o dieciocho, no importa y confieso so pena de ser criticado, cosa que tampoco importa, que en alguna oportunidad siendo las tres de la tarde, subí al puente. El buque estaba atracado en Puerto Cabello y me senté en la silla del comandante y visualicé buena parte de mi futuro y jugué con las angustias y las decisiones y fantaseé y ordené en mi mente, la maniobra.

Pasaron los años y ya era el comandante de mi cuarto buque e invité a mi padre a darnos una conferencia. Mandé un vehículo con chofer a buscarle y a su llegada fuimos a mi cuadrado a tomar un café, era casi mediodía y era el día de la Armada. La conferencia sería sobre la segunda batalla naval más importante llevada a cabo en aguas encerradas a nivel mundial, la batalla naval del Lago de Maracaibo, del cual él, mi padre, había escrito un concienzudo libro y al terminar el café y felicitarme por el estado de mantenimiento de mi buque, me pidió le llevara al puente. Fue directo a la silla del comandante, se paró frente a ella, me miró con respeto y me preguntó señalándola: ¿me permites?

Estábamos solos, porque en compañía de alguien no lo hubiese hecho y se sentó en ella y su cara era un poema, porque él bien sabía, como comandante que fue, que en ese trono se erigió una dinastía perpetuada de hombres escogidos, de los mejores de la marina o cualquier marina a nivel mundial. Solo un oficial de marina, sabrá lo que es la monarquía del mando en la mar.

Me dijo viendo hacia la proa: -Cuando terminas de zarpar y largas la última línea que te una a muelle, pasas a ser un extraterrestre, ¿lo sabías? sí, fuera de la tierra y tu órgano regular como comandante es Dios y luego tú, no tendrás a nadie a quien consultar, solo esta silla tal vez te acompañe, la silla del comandante que nadie, sino tú, podrá usar.

Nunca se termina de leer a nadie y nunca se deja de ser comandante.

juradopublishing@yahoo.com

2 comments:

  1. Muy buen relato y relacion con la realidad de la lectura, abrazo

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  2. Magistral la cita y referencia al gran marino y escritor Joseph Conrad, justa y maravillosa interpretación del también oficial de marina y escritor Bernardo Jurado. Recuerda a quienes tuvimos la honra y privilegio de cruzar esa "linea de sombra" en nuestra vida biológica aparejada con aquella en el mar, nuestros momentos íntimos y experiencias. Gracias a Dios por permitirnos vida y conciencia para revivirlos, gracias Bernardo por evocarlos.

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