EL ALMA EN
LA LENGUA
Buena
moza era. No crean que porque no podía comer allí, tampoco podía ver el menú,
no señor, la miraba y ella lo sabía. Estaba bella y comenzaba a entrar en la
madurez o sea a sus treinta y tantos. Se veía próspera y educada y hasta parecía
inteligente hasta que lo hizo y preguntó: ¿profesor Usted habla con palabras
realmente rebuscadas, parece más bien castellano antiguo y créame que a veces
no le entiendo…es esto a propósito?
Ella
era contadora pública, estábamos en el postgrado de mercadeo en la Universidad
de Carabobo y era bonita como les dije.
Señorita
présteme atención, le riposté: “Usted viene a este postgrado a subir su nivel,
no a exigir que su profesor baje el de él, yo uso un imperfecto castellano que
a usted le parece de otro planeta y esto debemos arreglarlo, debemos revisarlo
y le confieso que me encuentro alarmado, no obstante le ruego me diga si esto
que le voy a decir es un insulto o un halago: joven es Usted el pistilo
colorido más conspicuo de una flor, ya quisiera ser yo esa provecta almohada,
tal vez quisiera ser una suerte de entenado o mejor aún un esclavo donde pueda
depositar su occipucio para buscar la paz y descansar de la fatiga diaria” Como
podrán comprender se levantó, abandonó mi aula y fue directamente al rectorado
a decir que le había faltado el respeto, mientras mi otros malvados alumnos reían.
Los
egipcios llegaron a asegurar que el alma estaba en la lengua y creo desde mi
cristiandad que tienen toda la razón. Con la palabra puedes destruir una
personalidad en formación o tal vez como hice yo, puedes halagar a una persona
en la universidad, ¿Qué importa?
Lo
que sí es importante, es que ese código al que mandas mensajes a tu cerebro,
entienda que fuiste el primer y más capaz espermatozoide fecundado. No le temas
al futuro, ni a la enfermedad, ni a la muerte, ni a los celos, ni a nada que no
sea tu palabra con la que te puedes enfermar, ser paranoico y de paso perder tu
futuro.
Creo
que los egipcios tienen razón; el alma está en la lengua, porque con los anos, (que
son muchos), comprendo que los milagros existen en cada segundo y los veo y los
siento y lo peor es que los digo y uso el alma egipcia siendo católico para
entender la fuerza de la palabra, la contundencia de la sentencia o de la felicitación.
¿Saben
qué? Que les estoy mintiendo porque no sé dónde está el alma, lo que sí sé muy
bien es que: “en el principio estaba el verbo; y el verbo estaba en Dios”
(Génesis del pentateuco): solo déjame escucharte, solo dime como hablas y con
mucha puntería, te diré quién eres.
Seguramente
el alma está en la lengua y no lo sabíamos porque los egipcios lo habían ocultado,
pues ya lo saben, ¡cuiden sus almas!
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