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Thursday, December 11, 2014

5:18 APRENDIENDO A VIVIR

Algo me indica que debo ver a mi costado izquierdo y conseguirme con esos números rojos incandescentes y grandes que me ordenan que ya es muy tarde y salto como si se tratara de una silla de eyección de un avión de combate, pero me encuentro atrapado entre el grueso edredón de plumas y la esponjosa cama en la que me sumerjo a diario y por mas tiempo del que debiera. Mi perro se queja como todos los días, creo que él quisiera que la jornada de sueno durara por lo menos hasta las diez de la mañana, porque él sabe bien de trasnochos, al acompañarme, mientras termino de leer no se sabe a que hora, cada noche y ahora son las cinco y dieciocho minutos de la madrugada y comienzo a vivir mientras ella, yace sola en la inmensa cama y prepara su psiquis para enfrentar otro aburrido día de oficina. He puesto un mensaje de texto a otro escritor insomne con quien me he citado para tomar café a las 9:30 y como todo inteligente me indica que deberá ser a esa hora 9:30 y no antes, porque cumplirá con sus obligaciones establecidas en la constitución de 1940 y en los estatutos del viernes de los dolores de 1952 y yo sonrió a solas, porque siendo individuo de número recién nombrado de la academia de la lengua española en la República Dominicana, también hay un puente y una biblioteca con su nombre y nosotros sus amigos planeamos a sus espaldas, entre cafés y letras, montar un negocio de alquileres de cuerpos y sería una casa de putas con mucha reputación al llevar el nombre del ilustre amigo escritor. Otro, menos lujurioso está en abierto desacuerdo arguyendo que sería mas honorable poner el nombre a una funeraria, perdiendo desde mi punto de vista la importante visión de negocio. Como Usted comprenderá, nada de lo predicho sucederá, lo que si ocurre es que reímos a carcajadas planeando como sacar dinero sucio y turbio a los inmensos esfuerzos del Doctor en cuestión quien entre otras cosas es un ilustre Reverendo y pastor protestante con un agudo y pecador sentido del humor. Al poner los pies sobre la madera, el choque térmico me impactó y corrí como si un evento irrepetible fuese a ocurrir y me asomé a mi balcón, hacia el este y lamenté que fuera aun tan temprano para ver uno de los milagros mas grandes, el cual es un amanecer. Frío a menos de diez grados centígrados, y la brisa de esta bella época del año que no me permite usar la piscina, que raja los labios, que nos hace sentir vivos y agradecidos. Ramón Ortiz Ortega, sabio margariteño al que conocí muy de cerca y con quien aprendí tantas cosas en las interminables y profundas tertulias en su casa en margarita, era mi Padrino de bautizo, que llenó mis noches de aventuras, donde leí el libro Papillón de Henri Charriere a quien él aseguraba haber conocido. Una buena noche me dijo: “Hijo, aprende a vivir. Porque morir sabemos todos”

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